ENCUENTRO CON NUESTROS MAYORES

José Ramón Monreal Ortiz, toda una vida dedicada al estudio y práctica de la Música

Por Antonio Leal Jiménez

De familia ferroviaria, su nacimiento tuvo lugar en el barrio de Alcázar de San Juan cuyas calles llevan nombres de distintos lugares y personajes de la obra universal de Cervantes. En su caso la denominada “Melisendra”. En el retablo de maese Pedro puede verse una elaboración libérrima y humorística de la leyenda del rescate de Melisendra, prisionera de Almanzor, por su marido don Gaiferos (capítulo XXV y XXVI). En la actualidad se denomina “Rocinante”. Años más tarde sus padres se trasladaron a vivir al barrio Hermanos Laguna, que se acababa de construir y era conocido entonces como “las casas nuevas” o “las casas baratas”.

Por aquel entonces de la profesión que ejercía su progenitor como “forjador” recibía un salario tan bajo que no llegaba para mantener a su familia con seis hijos y sus abuelos maternos que vivían con ellos y que no cobraban ninguna pensión, por lo que complementaba sus escasos ingresos descargando camiones de cervezas, de ladrillos, de cemento o pisando uvas en la temporada de vendimia.

Mientras tanto su madre atendía una tienda de comestibles que instaló en una habitación de su vivienda, a la que acudían las vecinas del barrio, porque les resultaba más cómodo que ir andando al mercado y volver cargadas con la compra. Además de todo el trabajo que suponía atender la tienda, cuidar a los hijos y los abuelos, también lavaba en casa (sin lavadora) y planchaba las sábanas, toallas y batas de los médicos y enfermeras de lo que entonces era el Centro de Salud, que estaba situado en el edificio en el que ahora se encuentran los juzgados.

José Ramón muestra un gran interés en contar estas cosas para resaltar lo difícil que era estudiar en aquellas circunstancias, en las que los escasos medios económicos disponibles se destinaban a satisfacer las necesidades más básicas. Tan solo contaba con catorce años cuando, para ayudar en su casa, comenzó a trabajar en Finanzauto y Servicios, S.A como auxiliar administrativo y después como jefe de repuestos. En esa empresa permaneció durante doce años, compatibilizando trabajo y estudios.

Siempre soñó con dedicarse a la música y nunca deja de trabajar duro para ello. En aquellos años no había Escuela de Música ni Conservatorio en Alcázar. Tampoco personas con conocimientos musicales suficientes que les permitiera ayudar a quienes querían dedicarse a ello de manera profesional. La única alternativa era buscar profesores particulares, que en su caso estaban en Cuenca, en Madrid, y presentarse por libre a los exámenes en el Conservatorio. Estudió piano con Kayoto Marimoto y Gonzalo Manzanares, armonía con Aurelio Fernández (Secretario del Colegio Oficial de directores), canto con Teresa Tournéy contrapunto, fuga y composición con José López Calvo, presidente del Colegio Oficial de directores y director de la Unidad de Música de S. M. el Rey.

Durante casi cuarenta años se ha dedicado a la música, como Director de la Escuela y Banda Municipal de Música de Consuegra, de la Orquesta Sinfónica La Mancha, y como profesor del aula de piano del Colegio de Nuestra Señora de la Trinidad de Alcázar de San Juan. En el año 1982, el panorama musical en España era desolador. Se hizo célebre la frase de que “Ser músico en España era más difícil que ser torero en Suecia” y lamentablemente era verdad. Había muchas cosas que hacer para mejorar esa situación, por lo que su objetivo fundamental, al igual que el de otros compañeros de profesión, se centró en: La creación de Escuelas, Conservatorios, el tratar de conseguir que la asignatura de música se impartiera en Educación Primaria y Secundaria, y lo que consideró muy importante como fue el que, las mujeres se incorporaran a las Bandas de Música, que hasta esas fechas estaban compuestas exclusivamente por hombres.

Por aquél entonces en Castilla La Mancha no existía una Orquesta Sinfónica estable, y en el año 2000 formó la Orquesta Sinfónica La Mancha, compuesta por profesionales de primer nivel y por jóvenes castellano-manchegos. Durante doce años esta orquesta ofreció cientos de conciertos sinfónicos y de música de cámara, abordando repertorios de todos los géneros y estilos, que iban desde el Barroco hasta la música Contemporánea. Se ofrecieron conciertos didácticos para unos 60.000 escolares de Educación Primaria y Secundaria, pero lamentablemente, solo pudo sobrevivir cuatro años a la crisis económica de 2008 y desapareció en 2012. Aún tiene la sensación de que las cosas se podían haber hecho mejor, y es cierto que aún quedan muchas cosas por hacer, pero lo que sí afirma con rotundidad es que, no les faltó ilusión ni compromiso ni escatimaron esfuerzos para intentar mejorar las condiciones de estudio y desarrollo de las actividades musicales en nuestra región.

Persona humilde y cercana, para quien el público es el verdadero motor de su trabajo y nunca deja de emocionarse con su práctica. Ha conseguido numerosos premios y distinciones en diferentes certámenes nacionales e internacionales, que dan crédito a su amplia experiencia profesional, destacándose un PRIMER PREMIO CON DISTINCIÓN en el Certamen Internacional de instrumentos de plectro de Valencia y el Premio Nacional de Música “Ignacio Morales Nieva” de interpretación musical, otorgado por la Asociación de Compositores, Directores, Intérpretes y Musicólogos.

PREGUNTA: Conocer qué es la felicidad –y encontrarla– ha sido una de las grandes tareas del ser humano, que siempre ha permanecido a la espera de poder alcanzar una vida mejor. ¿La consideras como el fin propio de la vida humana? ¿La vida buena tiene más valor que la buena vida? ¿La satisfacción de haber actuado bien y en beneficio no solo de uno mismo es para ti razón suficiente para promover un modo de vida más orientado por fines éticos que por intereses privados?

RESPUESTA: Efectivamente, descubrir qué es la felicidad y disfrutarla ha sido siempre uno de mis objetivos, y creo que debería ser el de cada uno de nosotros. Conseguirlo cada día y durante toda una vida es una tarea más complicada. Aristóteles afirmaba que la felicidad debía ser el fin último de la vida de todo ser humano, y elaboró un amplio manual sobre este tema, pero también defendía que el ser humano no puede vivir de forma aislada. Necesitamos vivir en sociedad para ser felices. Por otro lado, nuestro filósofo Ortega y Gasset, escribió que “La felicidad es la vida dedicada a ocupaciones para las cuales cada hombre tiene singular vocación”.

Afortunadamente ese ha sido mi caso. He podido dedicarme durante toda mi vida al estudio y práctica de la música, por la que sentí una gran vocación desde muy niño, y además, tuve la gran suerte de poder compatibilizarla con la enseñanza, otra de mis grandes pasiones, y a compartir mi vida con las personas que más felicidad me aportan.

Volviendo a los clásicos – si es que alguna vez los hemos abandonado-, ya nos indicaron unas pautas éticas, tanto para los comportamientos públicos como para los privados. Actualmente vivimos en una sociedad consumista, en la que las empresas con todas sus estrategias comerciales y publicitarias nos incitan permanentemente al hedonismo, es decir al placer inmediato. Y por si fuera poco, nos hacen creer que tales pautas o comportamientos son buenos. En definitiva, hacernos creer que la buena vida consiste en tener un móvil nuevo de última generación, consumir una bebida o comida determinada, un coche de alta gama, y un largo etc. Todo ello en detrimento de lo que – a mi juicio – representa la vida buena, como la búsqueda de la felicidad a través de las emociones positivas, que nos producen una paz interior que no podríamos alcanzar de ninguna otra manera. Por eso siempre he buscado mantener un equilibrio (de nuevo Aristóteles) entre mis intereses privados; dirigidos fundamentalmente al mantenimiento de mi familia y el respeto a mis principios éticos.

P. Descartes se preguntaba si era más importante ser feliz que conocer la verdad. ¿Con qué te quedas? Dicen que la fiesta de los Reyes Magos solo la viven los niños y los viejos. ¿Cuándo descubriste que estabas empezando a vivir?

R. Me quedo con que es preferible conocer la verdad que vivir en la ignorancia, aunque tengamos que pagar el peaje del sufrimiento.

Durante toda mi vida he vivido con ilusión la fiesta de los Reyes Magos, disfrutándola primero con la inocencia propia de un niño, después como padre, intentando ayudar a mis hijos, y ahora a mi nieta, a que esa pérdida de la inocencia que inevitablemente se producirá, transcurra de manera natural.

Creo que no puedo fijar una fecha concreta en la que descubriera que estaba empezando a vivir, porque desde que se descubre que la vida es un regalo hasta que se aprende a darle sentido, a disfrutarla, a tener motivaciones y objetivos claros, hay que recorrer un camino que, al menos a mí, me ha costado años transitar.

P. ¿Consideras que la curiosidad es la fuente del conocimiento y el progreso de la humanidad como necesidad del saber? ¿Es cierto que el saber a veces nos hace desgraciados y conscientes de nuestra fragilidad y eso no podemos evitarlo?

R. Por supuesto que sí, la curiosidad es totalmente esencial para el aprendizaje, pero será necesario mantener durante toda la vida ese interés por aprender que apreciamos en los niños cuando encadenan una pregunta tras otra ¿Y por qué esto? ¿Y por qué aquello? Las respuestas a todos esos interrogantes nos producirán la satisfacción que necesitamos para seguir aumentando nuestros conocimientos.

En cuanto a la segunda pregunta, creo que solo el saber nos hará desgraciados si no somos capaces de gestionar nuestras propias frustraciones y admitir que hay cosas que no dependen de nosotros y que no podemos cambiar.

P. Dicen que la estupidez, que está muy generalizada, es uno de los bienes más extendidos por el mundo. En cambio, el talento es muy escaso. ¿Cómo diferenciarías el talento de la estupidez? ¿Hay que tener talento para ser pesimista?

R. Hasta hace tan solo cuarenta años, se pensaba que las personas más inteligentes eran aquellas que destacaban en determinadas materias técnicas o artísticas, pero no se entendía cómo aquellas personas tan brillantes, a veces resultaban ser las más estúpidas en sus relaciones personales. Las aportaciones de la psicología en este periodo - con el descubrimiento de las “Inteligencias Múltiples” y la “Inteligencia Emocional” - han contribuido a clarificar que existen varios tipos de inteligencias, y que todos podemos ser estúpidos en determinadas situaciones si no canalizamos bien nuestras emociones.

Es muy fácil distinguir si una persona es o no un virtuoso del violín, o del piano, pero a veces, esa misma persona es a su vez un “virtuoso” de la estupidez. En más ocasiones de las que hubiera deseado, he tenido que prescindir de músicos muy brillantes que no han sido capaces de integrarse en la plantilla de una orquesta por carecer de las más básicas habilidades sociales, o no ser capaces de trabajar en equipo.

Creo que hay que tener inteligencia para adaptarse a cualquier situación, y sobre todo tratar de ser realistas, abandonando el pesimismo que durante siglos ha pesado como una losa en las vidas de grandes talentos.

P. ¿Prefieres hablar del pasado y no tanto del presente? ¿Nuestra verdadera paz la encontramos en la infancia? ¿Crees que la nostalgia y la memoria son una forma de vivir y mantener nuestra identidad?

R. Me gusta hablar del pasado porque creo que es importante recordar de dónde venimos, intentar aprender de los errores cometidos, mirar con perspectiva los avances sociales y tecnológicos de los últimos años y reconocer que ya he llegado a una etapa de la vida en la que tengo más pasado que futuro, pero siempre intentando que no se escape el presente, tratando de disfrutar de cada instante y encarando el futuro con ilusión.

Con respecto a si la verdadera paz la encontramos en la infancia, no puedo contestar por las demás personas, pero en mi caso he tenido la fortuna de vivir una infancia muy feliz, en una familia en la que siempre he contado con el apoyo incondicional de mis padres y mis hermanos. Creo que esos pilares que aporta la familia en la infancia nos ayudan a encontrar la paz interior a lo largo de toda nuestra vida.

La nostalgia es innata al ser humano y rememorar recuerdos felices del pasado refuerza nuestra identidad. Resulta muy gratificante constatar que nuestra vida ha merecido la pena, sin anclarse en el pasado ni pensar que en el futuro no gozaremos de momentos de felicidad.

P. Decía Unamuno en “El sentimiento trágico de la vida” que sentía más un dolor de muelas que la existencia de Dios. ¿Significa que vemos con indiferencia o pasividad la tragedia de África o la de otros países donde mueren de hambre cientos de miles de personas? ¿Tenemos una percepción limitada de nuestra realidad que se ajusta mucho a lo que nos sucede a nosotros?

R. Creo que sí, que la mayoría de las personas que vivimos en el primer mundo, necesitaríamos implicarnos mucho más en combatir el hambre, la muerte, las migraciones por guerras, las violaciones de derechos humanos…, no deberíamos seguir mirando para otro lado ante tantas injusticias, y exigirnos primero a nosotros mismos y después a nuestros dirigentes políticos, más colaboración con las ONG y organismos internacionales que trabajan para intentar paliar la angustia que sufren millones de personas en el mundo.

P. A medida que envejecemos nos vamos dando cuenta de que en la vida hay un componente, que es el dolor de la pérdida ¿En qué momento fuiste consciente de que la vida estaba llena de pérdidas? Decía Albert Camus al comienzo de “El mito de Sísifo” que «el sentido de la vida es la pregunta más apremiante». Todo lo demás es secundario. ¿Cuál sería la pregunta más importante que te harías sobre la vida?

R. Las primeras pérdidas las sufrí en la infancia, primero mis abuelos y después algunos de mis tíos. Aun tratándose de pérdidas muy importantes, que me causaron mucho dolor, no fueron tan traumáticas como lo hubieran sido la muerte de mis padres o de alguno de mis cinco hermanos. Creo que eso me ayudó a asimilar que nuestra existencia tiene un final, aprender a disfrutar el presente y superar las pérdidas de familiares y amigos a través del recuerdo de los mejores momentos vividos en su compañía.

Ni la ciencia, ni la filosofía, han encontrado respuesta a las grandes preguntas existenciales que el ser humano lleva siglos planteándose. Sobre el sentido de la vida tengo tantas preguntas sin respuesta que no podría enumerarlas todas, y menos aún elegir una sola.

P. ¿Cómo surge tu interés por la música? ¿Cómo fue ese momento en el que decidiste dedicarte profesionalmente a ello? ¿Hay que abrir el corazón y el alma para ser un buen músico?

R. Mi interés por la música se despierta a los ocho años, cuando mis padres me regalaron una bandurria que costó 600 pesetas y que pagaron a plazos de 50 pesetas mensuales. Asistía cada tarde a clases en casa de Manolo Cerro, que enseñaba el repertorio propio de las tunas y de los coros y danzas y unos años después pasé a formar parte de la Banda Municipal de Música. Allí tuve contacto por primera vez con la música clásica, y ese fue el momento en el que empecé a contemplar la posibilidad de dedicarme algún día profesionalmente a la música. Creo que hay que abrir el corazón y el alma para ejercer cualquier profesión, pero especialmente para aquellas que se consideran vocacionales.

P. ¿Te gusta estar solo y tener momentos de reflexión? ¿Te ha servido para encontrarte con la música? ¿Cómo se expresa el amor musicalmente?

R. Los conciertos son públicos, pero el estudio y el trabajo previo requieren muchas horas de concentración y aislamiento. Esos momentos de reflexión no me han servido solamente para encontrarme con la música, sino también para tomarme el tiempo necesario para el autodescubrimiento, clarificar ideas, intentar mejorar en aquellas cosas que más me cuestan, y profundizar en la búsqueda de soluciones a los problemas que se presentan en el día a día.

La música tiene la facultad de expresar los sentimientos y las emociones más profundas del ser humano. Todos conocemos infinidad de canciones y bandas sonoras que cantan al amor. En estos géneros, el compositor utiliza textos o imágenes que sirven de guía para facilitar la comprensión de su obra. Si solamente escucháramos esas mismas melodías en versión instrumental, no llegaríamos a identificar con la misma precisión cuál es el mensaje que el compositor nos quiere transmitir.

En la música instrumental sin ningún componente descriptivo, en muchos casos ni siquiera en el título de la obra, el compositor traslada su mensaje solamente con sonidos, que pueden conmovernos y emocionarnos tanto o más que cuando se trata de géneros más descriptivos.

P. La música con su ritmo, armonía y melodía siempre ha acompañado a todas las sociedades a lo largo de la evolución. ¿Se puede considerar como uno de los factores más influyentes, además de uno de los principales motores de sentimientos y reacciones, debido a la actividad cerebral que reproduce en las personas? ¿Su escucha proporciona una reducción del estrés y una sensación de tranquilidad que permite adquirir el confort y la comodidad necesarios para poder llevar a cabo las actividades cotidianas?

R. La música es innata al ser humano, y hay investigadores que aseguran que es incluso anterior al lenguaje hablado. Sus propiedades han sido reconocidas en todas las culturas y latitudes. Gracias a los últimos avances de la neurociencia, se ha podido demostrar que escuchar música o tocar un instrumento musical, además del gran placer que produce, favorece la conexión de casi todas las áreas cerebrales, facilitando la liberación de dopamina (la hormona del placer), la secreción de oxitocina (conocida como la hormona del amor), regula el cortisol (la principal hormona del estrés) y mejora tanto el estado de ánimo como la motivación.

Aquí quiero hacer una observación que creo que es importante tener en cuenta: no es lo mismo escuchar música o tocar un instrumento musical por placer, sin ninguna presión, que hacerlo de forma profesional.

El músico profesional trabaja constantemente bajo presión debido al elevado nivel de exigencia y perfección que requiere la interpretación musical. Esta presión genera estrés continuo y ansiedad escénica. A diferencia de otros artistas, o de otras profesiones, el músico siempre trabaja ante el público, y en la música en directo no se puede rectificar un error.

Esta ansiedad y estrés continuo la sufren en mayor o menor medida todos los músicos, con independencia de sus cualidades interpretativas.

El propio Chopin se expresaba al respecto en los siguientes términos: “Yo no estoy hecho para dar conciertos, el público me intimida, me siento asfixiado por su impaciencia precipitada, paralizado por sus miradas curiosas y mudo ante esas fisonomías desconocidas”.

P. A nivel personal, ¿Cuál es el estilo con el que te sientes más identificado? ¿Cuál es el trabajo que has realizado del que te sientes más orgulloso? ¿Qué escuchas diariamente?

R. Me resulta imposible citar un solo estilo o una época determinada de toda la Historia de la música clásica con la que me sienta más identificado. Escucho música sinfónica, de cámara, coral, ópera…

Hasta la llegada de las nuevas tecnologías resultaba realmente difícil, caro y a veces hasta imposible, conseguir partituras, discos de música clásica, traducciones de textos de música coral, y por supuesto asistir a conciertos de orquestas profesionales o a la ópera. Hoy en cuestión de segundos podemos ver y escuchar conciertos, óperas o ballets de los mejores teatros y auditorios del mundo, visualizar la partitura y/o la traducción simultáneamente y con una excelente calidad de imagen y sonido.

A nivel personal, me siento muy orgulloso de haber ayudado a muchos jóvenes que hoy son profesionales de la música a conseguir sus objetivos, y a nivel profesional, de la creación de la Orquesta Sinfónica La Mancha, con la que pude realizar lo que en mi juventud era una fantasía: dirigir a una gran orquesta las obras sinfónicas que escuchaba en un disco de vinilo o en cinta de casete.

P. ¿En tiempos convulsos y oscuros como los que hoy vivimos, la música podemos considerarla como la grieta por donde se cuela la luz? Cuéntanos algo que te haya ocurrido en algún concierto, de gira o algo relacionado con el mundo musical.

R. Creo que los efectos que la música produce en cada uno de nosotros depende de la forma en la que la vivamos. La cultura de masas, la sociedad de consumo en la que se tiende a producir una enorme cantidad de música de escasa calidad artística, y la tendencia a acercarla cada vez más al mundo del ocio y alejarla del mundo del arte y la cultura, no favorecerá que sigamos percibiéndola como una necesidad vital.

Todos los aficionados a la música que asisten frecuentemente a las salas de concierto saben que siempre habrá personas que aplaudan antes de que termine una obra musical, o que sonará algún móvil en el momento más inoportuno, o que quién tenemos al lado intentará quitar el envoltorio de un caramelo justo en el momento del sólo de violín que más interés tenemos en escuchar.

Pero lo que muchos no saben, y doy mi palabra de que es totalmente cierto, es que hay personas que van a la taquilla a comprar las entradas, y cuando preguntan que orquesta toca, se marchan porque dicen que esa orquesta: “ya la han visto”.

P. ¿Qué hay de Alcázar de San Juan en tu musicalidad? ¿Cuál sería el género musical que identificaría mejor los sentimientos y percepciones que sientes por nuestro pueblo?

R. Siempre he vivido en Alcázar de San Juan, aunque casi siempre he trabajado fuera. Aquí conocí a Hermi, mi mujer. Nacieron Raquel y David, mis hijos, y han transcurrido gran parte de los acontecimientos más importantes de mi vida. Mi musicalidad está impregnada por todas esas vivencias que han influido en mi forma de entender la vida.

El folklore es el género musical con el que mejor identifico a nuestro pueblo, ya que en él están recogidas nuestras tradiciones y las raíces de nuestra cultura popular.

P. ¿Qué lugares de interés artístico y patrimonial de Alcázar de San Juan recomiendas que hay que visitar?

R. Recomendaría especialmente la subida al cerro de San Antón para contemplar los cuatro molinos y disfrutar de la belleza de la llanura manchega, los humedales y el entorno de Santa María.

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