Álvarez-Guerra, Juan y las Cartillas Científicas

Por Antonio Moreno González

La inclusión de los Álvarez-Guerra en esta obra sobre la ciencia y la técnica en Castilla La Mancha está justificada por su apoyo al fomento de la enseñanza de las ciencias en la educación primaria y secundaria, así como a la divulgación científica, necesidad formativa de la ciudadanía para el progreso de los pueblos, según el ideal ilustrado tan arraigado en la España del siglo XIX entre quienes pretendieron modernizar el país sacándolo de las tinieblas de la ignorancia y el analfabetismo, que en el último tercio de aquel siglo rondaba el 80% de la población masculina y casi el 100% de la femenina.

Los Álvarez-Guerra estuvieron vinculados a Alcázar de San Juan, aunque no eran nacidos en esta localidad. Juan Álvarez-Guerra y de la Peña nació (1805) en Zafra y murió (1889) en Alcazar, de donde era su abuela perteneciente a una familia pudiente; su hijo, Juan Álvarez-Guerra y Castellanos, nació (1842) en Lillo de donde era su madre, Bernarda Castellanos, siendo su padre alcalde del pueblo, y murió (1905) en Madrid, pasando parte de su vida en Alcázar, residencia definitiva de sus padres desde 1844. El padre fue varias veces alcalde de esta ciudad, diputado en las Cortes durante el corto espacio de cinco meses por este distrito como “progresista independiente sin relaciones directas con ningún partido político”. Fue candidato en sucesivas legislaturas sin conseguir escaño. Los Álvarez-Guerra procedían de una de las familias españolas –afirma José María Lama (Los Álvarez-Guerra de Alcázar de San Juan, Patronato Municipal de Cultura, 2018)- más representativas del liberalismo del siglo XIX. Familia adinerada de terratenientes y curtidores en la que destacaron agrónomos, militares, inversores, literatos, articulistas que desarrollaron buena parte de sus actividades entre  Alcázar y Madrid.  Álvarez-Guerra Peña, conocido como “Guerras” por los campesinos alcazareños, “mientras vivió – escribe Rafael Mazuecos (Hombres, Lugares y Cosas de la Mancha (1951-1985), Fundación Mazuecos, Alcázar)- no hubo empresa ni proyecto beneficioso para Alcázar que no contara con su energía y con su dinero”. Financió la carretera que lleva su nombre para facilitar el paso de las diligencias de Andalucía, cedió al marqués de Salamanca terrenos para facilitar la condición de Alcázar como importante nudo ferroviario, constructor y propietario de casi todos los inmuebles del paseo de la Estación, contribuyó a la urbanización, suministro de agua corriente y salubridad del pueblo, promotor del casino, teatros, la plaza de toros y actividades musicales, polémico defensor de Alcázar como cuna de Cervantes, amigo de Prim y con seguridad del alcazareño Tomás Tapia (1832-1873), primer profesor (1871) de la cátedra de Sistema de Filosofía fundada en la Universidad de Madrid por Sanz del Río (1814-1869) introductor del krausismo en España de tanta trascendencia para su modernización. A Tapia - “Al malogrado pensador”-  dedica Giner de los Ríos (1839-1915), “Don Francisco”, con quien colaboró estrechamente para la que pronto (1876) sería la Institución Libre de Enseñanza (ILE), el tomo IV de sus Obras Completas.

Juan Álvarez-Guerra, hijo, hizo los estudios primarios y secundarios en Madrid en el prestigioso Colegio Preparatorio fundado (1841) por el químico y académico Vicente Santiago de Masarnau, antecedente del Colegio Internacional (1865) de Nicolás Salmerón, precedente inmediato de la ILE. En ellos ejercieron profesores pertenecientes a la Masonería –en la que profesó Álvarez-Guerra padre- defensores del laicismo y el librepensamiento entre los que se encontraba el sacerdote secularizado Tapia. Álvarez-Guerra, hijo, tras licenciarse en Derecho, ejerció como fiscal en Alcázar. Padre e hijo apoyaron la revolución del 68, La Gloriosa, que allanó el camino hacia la Primera República (1873). Hizo carrera política en Filipinas. Autor de libros de viajes por aquellos parajes muy apreciados. Colaboró con la prensa madrileña y mantuvo una intensa actividad en los cenáculos intelectuales donde gozó de reconocimiento.

La presencia en este Diccionario de los Álvarez-Guerra, que bien podemos considerar alcazareños, está justificada por su aparición en las traducciones al castellano de los Science Primers publicados por Macmillan (Londres) a partir de 1872, manuales elementales sobre los saberes más relevantes para la formación científica de la ciudadana en el contexto de la educación liberal inglesa, desarrollados a partir de experimentos sencillos. Fueron editores los prestigiosos científicos, miembros de la Royal Society londinense e interesados por la educación a todos los niveles docentes: T. H. Huxley (1825-1895), biólogo y filósofo defensor de las teorías darwinianas de la evolución a costa de un agrio enfrentamiento con el obispo de Oxford que, cuentan, zanjó con esta lapidaria sentencia: “prefiero descender de un simio antes que de un obtuso como usted”;  H. E. Roscoe (1833-1915), químico investigador del análisis espectral y las características de los elementos químicos, autor de uno de los libros de texto de química más valorado en su tiempo; y B. Stewart (1828-1887), físico escocés partidario de las teorías mecánicas del calor y descubridor de la correlación entre las variaciones del campo magnético terrestre y las corrientes eléctricas atmosféricas.  Autores a su vez de sus respectivos manuales en la colección para la que eligieron científicos tan sobresalientes como ellos, casi todos miembros de la Royal Society, en Física, Química, Geografía Física, Geología, Fisiología e Higiene, Astronomía, Botánica, Lógica, Geometría Inventiva, Pianoforte, Economía Política. La primera traducción al castellano fue publicada por la editorial Appleton de Nueva York destinada a Hispanoamérica, distribuidos también en España, con el nombre genérico de Cartillas Científicas, adoptando la acepción de la Academia Española: “Tratado breve y elemental de algún oficio o arte”.

En el Catálogo del Archivo y Biblioteca Escolares del Ayuntamiento de Madrid (1927) figuran: Nociones de Economía Política, W. S. Jevons; Nociones de Geología, A. Gieke; Introducción al estudio de las ciencias, T. H. Huxley; Nociones de Química, H. E. Roscoe; Nociones de Física, B. Stewart. Este último también publicado en castellano por Córdoba y Cía ( Madrid, 1883) y Garnier Hermanos (París, 1896). W. Tuckwell, a propósito de los manuales Química y Física, con los que empezó la colección, escribe en la prestigiosa revista Nature (6, 3-4, 1872): “Estos pequeños libros ilustran una verdad dudosamente aceptada, que la enseñanza primaria sistemática es un producto tardío y no temprano de la acción educativa.... Es fácil para un recién titulado de la Universidad verter sus conocimientos en quienes se acercan más o menos a su propio nivel; pero enseñar a una clase de niños, darse cuenta de sus dificultades y apreciar su ignorancia, comprender la perplejidad que los cohíbe ante afirmaciones axiomáticas para nosotros, requiere una inteligencia madura y versátil, una mente que pueda comunicar conocimientos con sencillez tan fácilmente como resuelve problemas con dificultades; una combinación de raros dones con una formación larga y concienzuda”. Porque el objetivo  de los manuales era contribuir a la inexcusable formación del profesorado adecuada a los tiempos, las circunstancias y la diversidad del alumnado: el nudo gordiano de los sistemas educativos, más allá de leyes, medios y sueldos.

La publicación en castellano de Nociones de Física del profesor de Filosofía Natural de la Universidad de Manchester Balfour Stewart, está precedido de dos “Cartas a guisa de prólogo” avalando la calidad y oportunidad de las Cartillas: una de F. Lozano fechada en 1882; la otra, de J. Álvarez Guerra, en 1883. Los editores se dirigen a Fernando Lozano como “A nadie mejor que a V. podemos acudir para que juzgue si dichos trataditos serían convenientes para las escuelas de nuestro país”. Quien, entre otras consideraciones, responde: “Estimo en tanto el mérito de estos libritos, como elementos de ciencia popular, que me permito anunciarles favorable acogida, no solo en las escuelas, sino también en las familias, entre las cuales pueden difundir los útiles conocimientos y el espíritu de investigación que ellos encierran”. Fernando Lozano Montes “Demófilo”, manchego nacido en Almendralejo (1844), murió en San Rafael (1935). Militar y periodista, masón, republicano y defensor del librepensamiento, triunfante La Gloriosa organizó con José Luis Giner de los Ríos, hermano de Don Francisco, ambos profesores en la Academia de Administración Militar, cátedras populares gratuitas sobre asuntos diversos que compatibilizó con los estudios de Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad Central, el “viejo caserón de San Bernardo”. Curiosamente su hijo, Luis Lozano Rey, catedrático en la Facultad de Ciencias figura entre los profesores que se retrataron con Einstein en 1923 en el patio de aquella Universidad. Fernando Lozano fue autor de Cartilla pacifista (Imprenta Eustaquio Raso, Madrid) y en su prolífica actividad periodística fundó, junto con Ramón Chíes, Las Dominicales del Libre Pensamiento, publicadas entre 1883 y 1909, donde se hacía publicidad gratuita de la ILE y de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer que en sus antecedentes y creación participó Tomás Tapia. Las necrológicas de Lozano en La Voz, El Sol, y otros, destacan su republicanismo, su batallar periodístico y su convicción por la modernización de España entre cuyos objetivos estaba la formación e investigación científicas.

La otra, “Juicio acerca de las Cartillas Científicas” firmada por J. Álvarez Guerra, no puedo asegurar si se trata del padre o del hijo, aunque por el contenido, la extensión, las referencias, alusiones familiares y el estilo, inicialmente me incliné por el hijo que parecía estar más cercano a las novedades científicas. Álvarez Guerra reseña dos manuales: el de Física y Nociones de Economía Política, al que dedica buena parte de su “carta” y a cuyo autor, W. S. Jevons, se refiere como “el heredero intelectual de Cobden, en Manchester”, empresario textil en la Revolución Industrial, político liberal propagandista del librecambio e impulsor de las relaciones comerciales en Europa. “En tiempos pasados –escribe Álvarez-Guerra- , se azucaraba la ciencia ad usum Delphine. La edición destinada a un Luis de Francia, inepto y rudo costó cuatrocientas mil libras: entre tanto morían los hijos de los pobres sin conocer más libro que el misal, cuyas tapas les era dado contemplar una vez por semana en misa. Hoy, son nuestro delfines todos los hijos del pueblo y por centenares de millones se cuentan las sumas anualmente invertidas en su educación”. E insiste en la necesidad de prestar atención preferente a la educación para combatir la ignorancia que a la larga sale más cara que las inversiones educativas. Sobre Nociones de Física, “no menos dignas de encomio” que las de economía, afirma: “Puede decirse  que Balfour Stewart se ha mostrado inventor de la simplificación. Modelos de exposición científica y de sagacidad son las explicaciones y experimentos acerca de las fuerzas naturales”. Los experimentos planteados a lo largo de las 140 páginas de la Cartilla como medio para la adquisición de destrezas científicas para la vida diaria y para el aprendizaje conceptual básico abarcan las propiedades de líquidos, sólidos y gases; las fuerzas gravitatoria, de cohesión y afinidad química; el movimiento en general y el vibratorio centrado en el sonido y la música; el calor; y la electricidad. Un amplio repertorio para poner de manifiesto en los escolares la utilidad de la ciencia, siguiendo el ideal ilustrado. Años antes (1877) se publicó Cartilla de Física para las Escuelas de Instrucción Primaria, por el P. Manuel Gómez. Profesor en el Colegio de Escuelas Pías de Yecla, con una metodología de preguntas y respuestas de estilo catequético. Opuesto a este estilo e intenciones, la editorial Maucci (Barcelona) publicó (1914), para las escuelas laicas y racionalistas, El Catecismo de la ciencia de Edmund, seudónimo de un conocido científico dice el traductor Cristóbal Litrán, librepensador, masón, colaborador en Las Dominicales de F. Lozano y miembro destacado de la Escuela Moderna. Como “catecismos” fueron denominados los primeros textos escolares de la cultura occidental ideados como libros de lectura; además de los religiosos, a lo largo de los tiempos los ha habido literarios, patrióticos, históricos, técnicos, científicos,  matemáticos…En una nueva edición castellana (Appleton NY,1902) de Nociones de Física de Balfour Stewart “completamente reformada” por el profesor e Ingeniero Agrónomo Víctor L. de las Alas para la República Mejicana y demás países hispanohablantes, el asturiano Juan García Purón, varios años al frente del Departamento de Appleton en español, reconociendo la “inmensa aceptación” de las Cartillas allí donde se implantaron y amparándose en la “Ley Internacional de Propiedad Intelectual las pone al abrigo de los piratas de la inteligencia, que se han apropiado como suyas varias de la antiguas Cartillas” desvirtuándolas,  informa que emprende la reforma de la toda la colección poniendo las traducciones en manos de personas competentes en la materia y “avezadas a enseñarla en la clase”. Además de la revisión conceptual, complementó el original con “Aplicaciones modernas de la Física”.

Las ediciones para Inglaterra, Canadá, Estados Unidos, Alemania, Islandia en sus respectivas lenguas vernáculas no tienen “cartas prólogo”. Sí incluyen – no, las editadas en castellano- un catálogo de material, con sus respectivos precios y dónde comprarlo para los cerca de 70 experimentos escolares descritos en los manuales de Física y de Química. Pero las “cartas prólogo” de los ilustres manchegos esconden una sorpresa que hace poner en duda su autoría: Nociones de Geología del profesor de Geología y Mineralogía de la Universidad de Edimburgo Archibald Geikie, publicado en castellano por Appleton (1893) para difundir en Hispanoamérica, está precedido también de “Dos cartas que pueden servir de prólogo”: una de Don G. Rawson fechada en 1876; la otra, de P. Groussac, director de la Escuela Normal de Tucuman, en 1879. Ambas “cartas” son literalmente las mismas que las firmadas en Nociones de Física por Lozano y Álvarez-Guerra. Sin poder precisar quiénes fueron los auténticos autores de estos avales, al menos revelan el prestigio de los firmantes en sus respectivas áreas de venta obedeciendo a una estrategia comercial de los distintos editores, pero también su identificación con el fomento escolar de las ciencias y la investigación. La supuesta autoría es una circunstancia periférica que no influyó en la beneficiosa influencia de las Cartillas Científicas en las enseñanzas primaria y secundaria. De su aplicación en España, no puede concluirse tan provechosas utilidad. Si bien formaron parte de las bibliotecas escolares con que se dotaron las escuelas públicas junto con otros manuales, como Lecciones de Cosas, Economía Doméstica, Cartillas Agrícolas, Lecturas Científicas, “Primer libro” de…, Lecturas ciudadanas, Tesoro de conocimientos útiles, La Ciencia en el hogar, Nociones de Fisiología e Higiene, Manual de Urbanidad y Buenas Maneras… (Historia Ilustrada del Libro Escolar en España, Agustín Escolano (director), 2 vols. Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1997, 1998) que he llegado a conocer en las escuelas, como alumno, primero, y como maestro nacional después no pasaron de ser, en el mejor de los casos, esporádicos libros para hojear, copiar párrafos como “muestras”, ejercicios de dictado o para calcar dibujos. Mejor nos hubiera ido respecto a la formación cultural, científica y cívica de haberles dado el uso debido.

                                                                                  Antonio Moreno González

Diccionario "Ciencia y Técnica en Castilla-La Mancha". Diccionario Biográfico (nombres y hechos)

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