¿Somos de Izquierdas?

Por Alejandro Matilla García

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No debía generalizar, sé que hay hombres y mujeres que tienen un gran compromiso social para que sus semejantes vivan mejor. También he tenido la suerte de conocer personalmente algunos políticos que su nivel de ética y moral es difícil de superar. Más adelante los conoceréis.

Pronto vendrán nuevas elecciones generales, con dificultades para el llamado espectro político de la izquierda. Ahora hablaré de las tristes elecciones de pasado 28 de Mayo. Tuve la ocasión de leer los programas de algunos de los partidos, y asistir a sus mítines. Todo es muy interesante y a veces necesario, citaré algunos ejemplos: Debemos tener un urbanismo amable. Es muy necesario ampliar el carril bici. Que se fomente la convivencia. Que se acoja bien al que viene de lejos. Debemos luchar por el bienestar de los perros, es decir, tenemos que  llevarlos todas las semanas a la peluquería, y todos los meses al podólogo. La dieta no debe tener aditivos ni conservantes.

A todos los partidos se les olvido una cosa: ¡LOS POBRES! Nadie mencionó al 30 por ciento de personas que, hartas de trabajar, nunca llega su jornal a final de mes. Algunos ya me estarán tachando de demagogo. A ellos les contestaré, con todo el cariño, con hechos contrastados.

Durante 45 años he pertenecido a la plantilla de la conocida antigua CAMPSA. Fueron muchos años que alterné de delegado sindical y encargado o jefe de turno. Eran muchos los compañeros que simpatizaban con el antiguo régimen, algunos con la camisa azul. A todos los llevé a varias huelgas, todas justificadas. En la primera de las huelgas, los vi de llorar y cagarse en los pantalones. Para que les subiesen la pensión a los jubilados, hice una huelga de 24 horas, solo. Mi propio sindicato se descolgó.

Un día se me ocurrió dimitir del mi cargo de confianza. Pronto me vi exiliado y al borde del despido en Auixelbch (Valencia). Mi comité, en Alcázar de San Juan, no se dignó a llamarme una sola vez. Angustiado por la injusticia, de madrugada, yo paseaba por los naranjos con una gran depresión. El presidente de dicho comité fue un “amigo” que llegó a ser teniente alcalde en Alcázar de San Juan. No recuerdo su nombre.

Decía al principio, los referentes políticos que con su legado me hacen seguir luchando. Empezaré con Salvador Allende y Martin Luther King, hombres que dieron la vida por sus pueblos. Julio Anguita no dio la vida por nadie. La vida se la quitamos los propios militantes. Marcelino Camacho, alma del sindicalismo, vivía en Carabanchel en un piso de 60 metros cuadrados sin calefacción. “Pepe” Mújica sigue viviendo en su chacra. Durante su mandato, en Uruguay, erradicó la pobreza. Tampoco me voy a olvidar del humilde compañero Cayo Lara. Volvió a su querida Argamasilla de Alba con los bolsillos vacios y la mochila llena de honestidad.     

Pecaré de orgulloso y así aprovecharé el folio. Durante 7 años colaboré con el Banco de Alimentos “Aquí comemos todos”. Junto a mi amigo Adolfo Tabasco, un hombre que durante muchos años da de comer todas las semanas a más de 400 personas y nadie se lo ha reconocido.

Se me olvidaba hablar de Jesucristo, pero todavía no tengo la fe suficiente para ser su amigo. Su primer milagro fue convertir seis tinajas de agua en vino. Tampoco estuvo mal.

De Dios ni hablo, dicen que tiene más poder que Amancio Ortega. En la fábrica que trabaja parece que goza de muchas vacaciones, porque todos los días deja morir a miles de niños de hambre y sed.

Si miento, que me demanden.

Alejandro Matilla García

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