"LA TRINI" CUMPLE 100 AÑOS

Cien años de servicio a Alcázar y recuerdos imborrables en la Trini para varias generaciones de alcazareños

¿Te apuntas a felicitar a ¨La Trini” por su Centenario? Muchos exalumnos ya lo hemos hecho. Es muy fácil. Escribe unas líneas de felicitación, cuenta algún recuerdo y envíalo con una fotografía a [email protected]. Solo te llevará unos minutos.
DIEGO ORTEGA
photo_camera Curso 1993/1994. Curso 8º de E.G.B.
DIEGO ORTEGA
Curso 1993/1994. Curso 8º de E.G.B.

DIEGO ORTEGA ABENGÓZAR (1980)

Alcázar de San Juan (Ciudad Real)

Quiero que las primeras palabras de este artículo sean de agradecimiento a nuestro Colegio de “La Trini”. Gracias por estos cien años de servicio a nuestra ciudad. Cien años durante los cuales el germen trinitario ha impregnado la sociedad alcazareña a través de varias generaciones que han pasado por esa pequeña puerta del rincón del Pretil, y que se han dejado empapar por el carisma liberador de San Juan Bautista de la Concepción. Somos varias generaciones de alcazareños las que celebramos con júbilo este Centenario del Colegio de los Trinitarios, pero, sobre todo, lo celebramos con añoranza y recuerdos de una infancia y juventud que siempre permanecerá en nuestra retina y en nuestros corazones. Por todo ello, gracias y felicidades por estos cien años.

Mi etapa en el “La Trini” comenzó en el año 1983, cuando mis padres me llevaron al Colegio de la Santísima Trinidad, al curso de Preescolar, con la Señorita María Luisa. Una etapa como alumno en “La Trini” que duró trece años: dos cursos de Preescolar, ocho de EGB y tres de BUP, siendo estos trece años el máximo de tiempo para los alumnos que no repetían curso. Años que nunca podremos, ni queremos, olvidar de nuestra memoria. Años en los que, además de aprender las leyes de las matemáticas o las reglas de ortografía, aprendimos a ser persona. Fueron los profesores del colegio, religiosos y laicos, esos referentes que, además de nuestras familias, nos inculcaron una educación en cuanto a la manera de afrontar la vida basada en la libertad, la solidaridad y el sentido del deber. Una educación, en la que más allá de mirar nuestros propios intereses, nos enseñó a descubrir la importancia de estar atento a las necesidades de los demás, y de ayudar a quienes más lo necesitan.

Durante nuestra estancia en el Colegio de los Trinitarios, pudimos descubrir el valor de la amistad y del compañerismo, que aún hoy sigue vivo entre nosotros. Fueron muchas las personas que pasaron por nuestras vidas durante aquella época y que nos marcaron para siempre. Personas, todas ellas, que siempre recordaremos con cariño a pesar del paso del tiempo y de las circunstancias personales de cada una de ellas, que nos hacen caminar por caminos diferentes, pero con un mismo origen en el Colegio.

Aflorando en estas líneas algunos de los recuerdos que me vienen a la memoria, recuerdo cómo fue en mi época de alumno en el cole cuando comenzaron a entrar chicas en EGB, estando yo en 5º o 6º, siendo mi hermana María una de las primeras. Recuerdo, en este sentido, como si de un "reto" entre cursos se tratase, que mi clase fue la única de esa época que se mantuvo "libre" de féminas hasta el final de la EGB, existiendo chicas en todos los cursos inferiores y en el superior, pero ninguna en el nuestro. Esta circunstancia la llevábamos con una especie de "orgullo varonil" que pronto quedaría enmendado cuando entramos en BUP.

Ahí todo era diferente. Ya éramos de los mayores del colegio, y estábamos en las clases de arriba. Nuevos compañeros, incluso algunos de otros pueblos que estaban internos en el Colegio como seminaristas (comúnmente conocidos como "tordos"), además de la presencia de algo desconocido en nuestras clases hasta entonces como eran las chicas. Recuerdo los primeros días de clase, cuando comenzábamos a relacionarnos con ellas, la mayoría procedentes del Colegio de la Sagrada Familia, y que se reían de nosotros al vernos tan "apabullados" por su presencia. Este hecho, que por otro lado era usual ya que se daba todos los años con los alumnos del cole que comenzaban BUP, era conocido y aprovechado por los profesores de manera jocosa y amable para intentar sonrojar a algún alumno dejándolo en evidencia delante de las chicas, provocando la carcajada generalizada, como estrategia para lograr la interacción entre chicos y chicas de manera más o menos espontánea.

Mención aparte merecen los profesores que tuvimos durante nuestra estancia en los años en el Colegio. Desde María Luisa en Preescolar; Angelita, Ismael, Manolo, José María, y Manoli en EGB; María, Beatriz, Bernardina, Cristina, Rosa, Eduardo, Juan Carlos y Miguel Ángel en BUP; además de los Religiosos Trinitarios: Padre Joselín, Padre Obispo, Padre Ángel Luis, Padre Serafín, Padre Emiliano, Padre Satur, Padre Paco, Padre Maximino, Padre Manuel... Hombres y mujeres comprometidos con la enseñanza, pero sobre todo, comprometidos con el Colegio de los Trinitarios y su carisma de liberación de nuestras esclavitudes actuales. Hombres y mujeres, seglares y religiosos, que supieron transmitir una educación fundamentada en unos valores e ideales inspirados en el sentido Trinitario, que supusieron una referencia importante en nuestras vidas, y que aún siguen siéndolo a pesar del paso de los años. Profesores, todos ellos, que, desde la exigencia hacia los alumnos, procuraban trasmitir de manera trasversal a través de las matemáticas, la lengua o las ciencias, un espíritu crítico en la formación de nuestras conductas y personalidades, aún tiernas, pero en emergente formación y crecimiento sobre unos pilares sólidos que permanecerían para siempre.

Ahondando en el recuerdo, me viene a la memoria la acacia del patio, “Doña Acacia”, como la inmortalizó nuestro querido Santiago Ramos. Esa vieja acacia que nos ha visto jugar, que nos servía de escondite, o que incluso servía de ayuda para zafarse del rival cuando jugábamos al fútbol. Acacia que nos sirvió de confidente, y que allí, en aquel lugar lejano y solitario del patio de recreo, se mantiene majestuosa con el paso de los años, como testigo privilegiado de tantas y tantas historias que pasan por el Colegio.

Hablar de la Trini, es hablar de deporte. Puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que nuestro Colegio es el más laureado de Alcázar en cuanto a triunfos y éxitos deportivos, sobre todo en baloncesto. Si Alcázar es cuna del baloncesto se lo debemos a deportistas como Antonio Díaz Miguel o al jugador del Real Madrid, y también alumno del cole, Vicente Paniagua. Pero ese germen que caracteriza a Alcázar como ciudad de gran tradición baloncestística tiene su origen en el Colegio de los Trinitarios.

Respecto a mi experiencia deportiva en el Colegio, comencé como casi todos los niños en esa época, jugando en el equipo de fútbol de la clase. Recuerdo con cariño especial a uno de mis entrenadores, Antonio “El Policía”, que además de enseñarnos con esmero los aspectos técnicos y tácticos del "futbito", nos trataba como si fuésemos sus propios hijos, con un respeto exquisito, imponiendo su autoridad de entrenador con delicadeza y sencillez. Pero donde realmente pude experimentar los valores de entrega, superación y esfuerzo que conlleva la práctica deportiva fue a partir de 5º de EGB y hasta 2º de BUP en el equipo de baloncesto donde conseguimos ser Campeones Provinciales en varias ocasiones, Campeones Regionales y quintos clasificados en un Campeonato Nacional en el año 1994 en Murcia, compitiendo contra País Vasco, La Rioja y Melilla.

Posiblemente fueron esos años mis mejores años en el Colegio. Llegamos a formar una gran familia, que, con nuestro entrenador, y actualmente amigo, Antonio Paniagua "Pani", llevábamos el nombre de Alcázar y de los Trinitarios por todas partes. Todos los sábados, congregábamos a gran parte de nuestras familias y amigos en el patio del colegio para presenciar los partidos, o bien se desplazaban cuando jugábamos fuera. La verdad es que llegamos a formar un gran equipo, posiblemente el mejor de esa categoría en Alcázar, compitiendo a gran nivel con otros grandes equipos como los Marianistas de Ciudad Real o el CABA de Albacete. Compañeros de equipo y compañeros de curso, amigos, en definitiva, con los que aprendí a amar el deporte: Alfredo, Paco, Raúl, Jaime, Adolfo, Dani, Miguel, Paco R., Antonio, Luisma y Víctor.

Mención aparte merece "El Pretil"; el lugar que desde el Colegio se abre a la ciudad de Alcázar. Un espacio amplio que da la bienvenida a todos aquellos que pasan por el Colegio o que visitan la Iglesia de La Trinidad. Un lugar privilegiado de Alcázar, que pese a las diversas transformaciones urbanísticas que ha sufrido, sigue manteniendo ese toque especial que le hace diferente al de otras plazas de la ciudad. Un lugar que tiene el privilegio de recibir a Nuestro Padre Jesús Nazareno cada Viernes Santo al amanecer, y que desde la majestuosa fachada de La Trinidad y su campanario inunda de sentimiento trinitario a la ciudad de Alcázar. Colegio, Iglesia y Pretil que constituyen esa unidad trinitaria para todos aquellos que por allí hemos pasado y hemos sido impregnados del espíritu trinitario.

De manera muy especial quiero agradecer al artífice de los actos conmemorativos de este centenario del Colegio de los Trinitarios, Don Antonio Leal Jiménez, amante de nuestro querido colegio, y un enamorado de la ciudad de Alcázar, de la que es Hijo Predilecto. Gracias, querido Antonio, por hacernos rememorar tantos recuerdos y por hacernos sentir orgullosos de nuestro paso por el Colegio, nuestro Colegio.

¡Feliz cumpleaños ¡

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