La obra de Juan Romero llega a la Galería de Arte Marmurán

 La muestra  se podrá visitar del 22 de abril al 16 de junio

CERCANIAS
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INVITACION JUAN ROMERO JPG
INVITACION JUAN ROMERO 
LUNA DE ENERO Y FEBRERO CON GATOS EN EL ALERO
LUNA DE ENERO Y FEBRERO CON GATOS EN EL ALERO

La Galería de Arte Marmurán (Calle Castellanos 37, de Alcázar de San Juan) inaugura este sábado, 22 de abril, la exposición "Romerías Mágicas", de Juan romero (Sevilla 1932) quien estará presente en este evento que dará inicio a las 19:30 horas. Juan romero es Premio de la Crítica en la V Bienal de Paris, 1967;  Medalla de Oro en la II Bienal de Grafismo en Florencia (Italia), 1972;  2º premio de Arte Gráfico en la XI Bienal de Alejandría (Egipto), 1976.

Ha participado en las Bienales de Paris, Venecia, Sao Paulo, Lubiana, Florencia, Medellín, Heidelberg, Alejandría y en las Ferias de Arte de Basilea, Nueva York, Los Ángeles,  Ginebra.

Esta exposición recoge una notable muestra de la trayectoria artística de Juan Romero, en total son 23 obras, de las cuales, unas son de sus trabajos recientes en Madrid, y otras de su estancia en París, donde predominan los "Monstruos", los tonos grises, el feísmo en su pintura, son los años 60. De aquella primera etapa hasta la actualidad, ha habido una evolución hacia la luz y el color, una explosión de pigmentos que llena la totalidad del lienzo. Son 66 años de trabajo del pintor sevillano donde están representadas sus principales etapas.

Hay obra suya, entre otras, en las siguientes instituciones: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid; Museé de la Ville, París (Francia); Bibliotèque National, Paris (Francia); Biblioteca Galleria Uffizi, Florencia (Italia); Library of Congress, Washington (USA); Baltimore Museum of Art (USA); Museo de Arte Contemporaneo, Sevilla; Museo de Arte Abstracto, Cuenca; Museo de Maracaibo (Venezuela).

Paysage avec chapeau blanc
Paysage avec chapeau blanc

 

                                        ROMERÍAS MÁGICAS

¿Qué es una romería? Un viaje, peregrinación a un santuario, fiesta campestre. También, la pintura maga de Romero. Mágico es aquello producido o relacionado con la magia. La magia es arcana, arte oculto que, valiéndose de acciones, iconos o sonidos, produce hechizo o encantamiento, no por contravenir leyes naturales, sino por crear una realidad que abduce, misteria, conturba y emociona.

O, más sencillo, crear ambientes, que nos transportan a un mundo fantástico, tan real, que lo podemos ver, tocar, sentir y enriquecernos por su influjo. Magia son los acordes ebrios de ambrosía de una guitarra, una película muda de Chaplin, el cuadro flamenco frente al mar de Muerta Jacinta, nostalgia tango de Eleni Karaindrou, las pinturas de Miró o las de Romero.

El romero es un arbusto de la familia de las labiadas con tallos ramosos y, según el DRAE, “hojas opuestas lineales, gruesas, coriáceas, sentadas, enteras, lampiñas, lustrosas”, de un verde esmeralda por la haz y grisáceo por el envés; aromático y acre al gusto con flores azulilas en racimos axilares, que las abejas liban para producir una miel blanquísima, espesa, ebúrnea, grumosa.

La mitología clásica recuerda que el romero estaba consagrado a Afrodita, diosa del amor. Se quemaba en los rituales delirantes de purificación, produciendo un sahumerio embriagador. Para los griegos la palabra procede de rhops, arbusto, y de myrino, aromático. Los romanos lo llamaron rosmarinus, de ros, rocío, y marinus, mar. Y de ahí pasó a tantas leguas actuales, tal rosmarin, rosemary, romarin, rosmarino… a excepción del portugués, alecrim, derivado del árabe hispánico.

Romero, planta olorosa, también apellido y peregrino. Aquí, porque trato de formas y colores- verdes, albos, azules, jaldes, tierras- y de quien ahorma esa mezcla hechicera, me refiero a Romero: persona, artista, mago, capaz como Alfanhuí de inventar un árbol de cromías, cantos y candores. ¡Romerías mágicas, las de Romero!

Romero, Juan Romero, un hacer para la gloria, fuerza del ser, energía que transforma la materia en sueño. Nefelibata y hacedor de primaveras, a sus noventa encarna la imagen de un ángel de la pintura. Sevillano de nacimiento, parigot de elección, madrileño de adopción, hizo desde sus inicios, cabe el Sena, pintura onírica. Aquella etapa parisina, bizantina y mandálica, kleana y mántica, es una almáciga donde la pintura es semilla, que siempre acaba floreciendo, perfumando.

En 1957 marcha a París, sin un duro pero millonario en ilusiones, y allí permanece hasta que lo abandona, 1971, para establecerse en Madrid. Y ahí sigue, en el corazón de Malasaña, debatiéndose entre la anarquía y la tradición, dialogando con Claudine Weiller y la pintura, de la mano de la soledad y su resplandor, trazando día a día un camino hacia la eternidad. Porque nosotros nos iremos, pero estas romerías seguirán, como los pájaros de Juan Ramón, cantando.

Desde su primera individual, Galería Alfil, 1957, han pasado 66 años, sin obviar ni un solo momento la orden que le dio el Destino: pintar. Concentrada, sintética, sincrética, estética, esta breve retrospectiva muestra huellas de todas sus etapas, obras fechadas entre 1960 y 2022 -los monstruos de los sesenta, aldeas de cuento de Bashevis Singer, mandalas budistas y esa joya de Paysage au chapeau blanc de 1961, que está hecha con toda la astucia del conocimiento para contener toda la ternura del mundo, ambuezas adunia de inocencia-; una muestra, epítome de su vivir para el arte, de su arte hecho vida, de su manera de ser.

Al igual que las abejas se nutren del aroma, Juan liba el néctar de tinturas y forma estereotipos, que crean un repertorio de iconos hechiceros, dulces a la vista y los sentidos. Su manera de manejar la inocencia tiene un halo distinto, un olor que cautiva e imanta, creando devoción. Su entidad se aromó en Sevilla y ya nunca dejó ese perfume angélico, limpio, distinto, originario, meloso, mélico.

¿Cómo es el aroma de Sevilla? Laberíntico, complicado decidirse por uno de tantos como produce. Yo me quedo con la Sevilla que huele a cera y azahar, ese ambiente bético, de arrayán y procesión. Como esta pintura, romería al santuario del arte. Los romeros eran lo que iban a Roma y ya se sabe que todos los caminos conducen a la Urbe, igual que Romero siempre querencia romerías, que acaban siendo mágicas.

Algunos, ¿qué saben?, quieren asimilarle a la pintura naif, pero eso es como pretender igualar una rosa natural con una de trapo. El cosmos de Romero es genuino, lo siente el corazón. En un nasib glorioso escribió Mutanabbi: “Porque el corazón sabe y vosotras nada sabéis”, hablaba del amor. Porque el corazón sabe, se altera y emociona cuando debe, cuando oye esa melodía que encarna la pintura que capta, que vibra, que embrida la sensación, que encandila, como las romerías primorosas de este sevillano encantado, abstraído, secluso, mágico, ensimismado, reinando en la redoma soledosa de su creación.

                                                                                                                 Tomás Paredes

                                                                                              Presidente H. de AICA Spain

                               

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