Navidades de antaño

Por Pilar Serrano de Menchén

Curioso es comprobar como a través de los años se ha ido configurando la presencia de la Navidad en nosotros y en nuestros pueblos; porque anteriormente la celebración más importante para la Iglesia (ahora también) era la Pascua de Resurrección. No obstante, la difusión de la celebración litúrgica de la Navidad fue rápida; pues se extiende por el mundo cristiano hacia la segunda mitad del s. IV y en España el año 384 después de Cristo. Posteriormente, siglo V, ya era una fiesta universal.

En nuestra Región aún se conservan antiguas celebraciones dedicadas a la Navidad y representadas desde el 25 de diciembre al 6 de enero. Entre otras: Auto Sacramental a los Reyes Magos de Viana (Albacete);  Los Bailes del Niño, Caudete, (Albacete); Los Danzantes de Isso (Albacete);  Belén Viviente de Vega del Codorno (Cuenca); La Botarga de los casados, Robledillo de Mohernando, (Guadalajara), etc..  

Sin embargo, pocas tradiciones navideñas se han mantenido en nuestra comarca. Casi nula, salvo excepciones, era la incidencia que tenía en las pequeñas villas en el s. XVIII y XIX; pues en la centurias que decimos, la Navidad era una festividad poco señalada en el calendario popular, numerosos documentos oficiales así lo atestiguan: al menos los que copiaban los escribanos públicos, pues dichos documentos nos indican una gran actividad de trabajo en días tan señalados.

De este modo comprobamos como el día 25 de diciembre, o, el primero de enero, tenían lugar Sesiones o Plenos del Ayuntamiento.  Los asuntos tratados estaban muy alejados de la festividad navideña; ya que, en algunas ocasiones, se discutía (en sesiones maratonianas), asuntos tan diversos como: pagar al médico, cobrar alcabalas (se hacía trimestralmente), o señalar el término municipal con mojones que lo distinguiera de los pueblos convecinos.

Por otro lado, los presupuestos municipales, al menos el de Argamasilla de Alba, tan incardinados e imbuidos que estaban en la vida eclesial, no incluían cantidad alguna para la celebración de las navidades. Sin embargo, tenían especificadas importantes sumas para las festividades de Semana Santa y salario del Predicador de la Cuaresma; Corpus Cristhi y Octava; Procesión de Minerva; la Asunsión de Nuestra Señora; romerías, etc..

Tradición de otras fiestas

La tradición de otras fiestas venia de antiguo, pues en el traslado que los habitantes de Argamasilla hicieron al nuevo lugar desde Santa María de Alba, ya en la formación del pueblo en el actual emplazamiento (1530-35) existía en la localidad la Cofradía de la Santa Vera Cruz y la del Santo Sacramento, que fueron las encargadas, por medio de una Orden del Gran Prior de San Juan, de la reconstrucción de la primitiva Iglesia, parcialmente derruida en 1544 por una inundación.

Otras fiestas celebradas con un sentido de penitencia eran las de san Sebastián,  san Miguel y santa Ana. Según dicen los documentos, los días de san Sebastián y san Miguel no se comía carne. La ofrenda la realizaban los vecinos de Argamasilla, porque estando viviendo en el antiguo poblado: “se murieron muchos y se despobló por mortandad y se pasó a esta villa donde al presente está fundada, y también en esta villa había enfermedades y muertes”, por ello votaron que se dedicase una fiesta al Santo, nacido en Narbona, 256 d.C., que mandó asetear hasta a muerte el Emperador Diocleciano. En cuanto a la fiesta dedicada a san Miguel se acordó celebrarla en rogativa “por haber sido los campos asolados por la langosta”.

En dichas celebraciones, la promesa consistía, ya lo hemos anotado, en no comer carne la vigilia y  realizar una procesión desde el pueblo hasta la ermita de san Sebastián, situada que estaba en el antiguo poblado de Santa María de Alba: situado a unos 8 kilómetros de Argamasilla. A dicha procesión y a la misa que después se celebraba debía asistir una persona de las mayores de cada casa. La vuelta al pueblo también se hacía en procesión; además se daba a los pobres ambos días “caridades de pan queso y vino”. En cuanto a santa Ana, se acordó celebrar su fiesta, porque en la villa se solía trabajar dicho día, y “sucedió que murieron a la sazón algunos de los que trabajaban y desta causa se votó guardar el mencionado día”.

Por todo lo anterior comprobamos por tan someros datos el sentido de fiesta o celebración respecto a las Navidades, con una concepción muy alejada de la nuestra en cuanto al bullicio y al descanso; pues estaban dedicadas, salvo las que se hacían por medio de preparativos previos: Corpus, romerías, etc., a la penitencia y a la oración.

Aún en nuestros días conocemos algunas familias que conservan, parcialmente, la tradición de no comer en Nochebuena, al mediodía, carne, sino un “potaje de Semana Santa”; es decir  de garbanzos, verduras y bacalao, dejando la carne hasta después de la Misa del Gallo; pues antiguamente, después de la mencionada misa, con el fin de visitar a las novias o las casas que les parecían oportunas, los mozos cantaban  villancicos (aguinalderos) por las calles. Después preparaban el llamado “maitín”, nombre que deviene de la palabra “maitines”: primera de las horas canónicas antes del amanecer. Y era en dichas horas cuando se comía carne; sobre todo los productos de la matanza, aves de corral y también cordero.

Este pensamiento y filosofía era aceptado en la sociedad, pues para el jolgorio se tenían otras válvulas de escape como eran: carnaval, matanzas, quintos, bodas y las escandalosas cencerradas cuando se casaban viudos o viudas.

Sin embargo, dichas cencerradas suscitaban discusiones y controversias entre la Iglesia y los concejos, debido a que, en determinada época, la Iglesia instituyó se casasen los viudos en cuaresma (algunas bodas a horas intespectivas) con lo cual, aunque las cencerradas se vieron ceñidas a un calendario previsto para el recogimiento y la penitencia rigurosa y el pueblo debía guardar la escrupulosidad decretada por la jerarquía eclesiástica, también sucedía, en alguna ocasión, que los inobedientes fueron “encarcelados por el Concejo”; asimismo,  debido a la excesiva defensa de dichos preceptos por los que regían la parroquia, les fueron robados, al párroco y sacristan, con gran algarabía popular, todos los productos de la matanza.  

 Bien lejanas quedan aquellas prohibiciones. Por lo que vamos a concluir este recuerdo a las festividades navideñas, deseando que la venidera sea punto de encuentro para familiares y amigos; también nos acerquen a nuestros convecinos; sobre todo los que hayan sufrido la pérdida de alguna persona querida.

Con nuestros mejores deseos para unos días en los que, actualmente, prima cuidar al máximo la salud,  como decía mi abuelo en Navidad: Felices Pascuas. 

Más en DIVULGACIÓN
Entrando en la página solicitada Saltar publicidad
Advertisement