Dar a conocer la Ciencia

Cómo pasa el tiempo. Lo bueno de cumplir años es que te acuerdas de algunos hechos que han tenido un gran significado en la vida. Me gusta la nostalgia, aunque, a veces, suele ser una ilusión que no es fiel a la realidad. Suelo dar, de vez en cuando, vueltas a mis vivencias. A unas más que a otras. Entre un pasado idealizado que nos hace anhelar algo que objetivamente no fue así, y un futuro lleno de incertidumbres, vivo el presente.

Recuerdo que siempre era por la mañana. Si venían al colegio de “La Trini”, (que, por cierto, se encuentra celebrando su Centenario) las chicas invitadas de otros centros educativos, casi seguro que era la festividad de Santo Tomás de Aquino, el dominico teólogo, defensor de los postulados aristotélicos, y patrón de los estudiantes y profesores.

Para tan esperado día, hace ya algunos años, se celebraba una serie de actos, entre los que se encontraba la sección denominada “Pruebas Científicas”. Nuestro admirado profesor de Física y Química, Don Antonio Gutiérrez, preparaba al equipo de ciencia que ese día tendría la oportunidad de demostrar sus conocimientos con la realización de varios experimentos. Ese año los “sabios” seleccionados fueron José Luis, José Sebastián y Antonio, (en la actualidad, Ingeniero, Médico y Arquitecto Técnico). Los tres con sus batas blancas de algodón por debajo de las rodillas, guantes desechables de trinilo, gafas sin cristales, y zapatos de la marca “Gorila”. Aprendimos mucho de ellos. Además de enseñarnos a meter un huevo duro en una botella sin romperlo y hacer estallar una sandía utilizando solamente sal, el plato fuerte estuvo en la demostración de cómo lanzar un cohete que alcanzara una altura de 20 metros estratosféricos.

Una vez finalizada la parte práctica, que mereció un gran aplauso en general, -aunque el cohete no llegó a superar dos metros de altura- intentaban explicar, a una audiencia entregada, la primera de las leyes de la termodinámica y la de Newton y, el por qué, se produce un rápido aumento de la presión interior y provoca el estallido de la sandía. El resultado fue que, la mayoría de los alumnos, con un salón de actos a rebosar, teníamos dificultades para entender lo que decían, a pesar del gran esfuerzo y entusiasmo que ponían para hacerlo lo más entendible posible. Se percibía claramente su pasión por la ciencia y el esfuerzo realizado durante semanas para que todo resultara bien. Las explicaciones teóricas les fueron más difíciles de comunicar. Se trataba de dar a conocer una materia compleja, que cambia todo el tiempo y requiere de una perspectiva histórica. Y sí, a diferencia de otras áreas de la cultura, los cambios radicales de color, signo o dirección son frecuentes (al menos en las naturales), hace que una historia contada en un momento determinado, pueda tener un final completamente diferente pasados unos días.

Motivado por aquellos recuerdos y al cabo del tiempo, reflexionando sobre el tema, a veces, he intentado encontrar respuestas a muchos de los temas científicos que se nos presentan en el día a día. Uno de ellos se refiere a los puntos luminosos que parecían moverse entre las estrellas qué veían las antiguas civilizaciones cuando miraban al cielo. Aristarco de Samos, filósofo griego, sentó un precedente sobre la idea de un sistema basado en el Sol. Nicolás Copérnico, astrónomo polaco, descubrió hace más de 500 años que la Tierra giraba alrededor del Sol y no al revés, y que rotaba completamente sobre sí misma cada 24 horas.

Cientos de años después, nacía en Alcázar de San Juan el Dr. Astrofísico, Benjamín Montesinos Comino, uno de los principales promotores para que los nombres de Cervantes, Quijote, Rocinante, Sancho y Dulcinea, diese nombre a una estrella con su correspondiente sistema planetario y puedan usarse en paralelo con la nomenclatura científica existente. En su presencia en los “Almuerzos con Don Quijote”, en la Sociedad Cervantina, el Dr. Montesinos comentó que “el universo conocido posee un número cercano a un 1 con once ceros de galaxias y que cada una de estas galaxias -a su vez-posee un mareante número de un 1 con once ceros de estrellas, por lo que cree altamente probable que entre todos los astros pueda existir algún tipo de vida en el universo observable”

La propuesta de creación de un Programa Municipal de Cultura Científica, realizada recientemente al Consejo Escolar Municipal por el concejal de Educación del Ayuntamiento de Alcázar de San Juan, Dr. Moreno González, catedrático de “Didáctica de Ciencias Experimentales” de la UCM, maestro en el más amplio de los sentidos, enamorado de la enseñanza y apasionado por la Física, fiel a sí mismo y a su pueblo, y gran defensor de sus ideales, tiene intención de querer promover cambios que abran nuevos horizontes en nuestro desarrollo personal y cultural, merece todo nuestro aplauso, respeto y consideración. La Cultura Científica se ha convertido en una necesidad para nuestra época, ya que estimula el pensamiento crítico y contribuye a mejorar la vida de las personas.

Todavía no he perdido el hábito de preguntarme el porqué de las cosas. Algunos ejemplos: ¿Llegarán las máquinas a tener conciencia? ¿Cómo puede ser que el Universo sea infinito? ¿Cuándo se va a extinguir la especie humana? ¿Qué había antes del Big Bang? ¿Cuánto tiempo le queda de vida al sol? ¿Por qué el cielo es azul? ¿Qué son los agujeros negros y cómo encontrarlos? ¿Por qué el agua moja? ¿Por qué brilla el Sol? ¿Por qué el cuello de las jirafas es tan alto? ¿Por qué las cebras tienen rayas? ¿Qué es el cambio climático? ¿Cómo afecta a las personas el cambio climático? ¿En qué se diferencian un cultivo convencional, uno orgánico, y un transgénico? ¿Por qué la fruta y los vegetales crudos son más sanos que cocinados? Este tipo de preguntas y muchas más, resultan difíciles de comprender, pero considero necesarias el hacerlo. El conocer las respuestas, sin duda, tienen repercusión directa en nuestra vida real y en nuestra manera de proceder.

Entiendo que definir la ciencia es una tarea compleja, y mucho más puede resultar precisar en qué consiste su divulgación. La investigación científica siempre parte de preguntas. ¿Quién se debería de ocupar de hacerlo? Un buen comunicador de la ciencia debe de entender cada vez mejor el mundo que nos rodea y tener conocimientos elementales de muchas áreas de la ciencia para ser capaz de transmitirlos a públicos muy diversos. “El primer deber del hombre de ciencia es la comunicación; solo es ciencia, la ciencia transmisible” (Leonardo Da Vinci).

Así lo entiende nuestro científico y catedrático de la universidad de Cádiz, Dr. D. Rufino Ángel Ligero Giménez. Un investigador en ciencias físicas con una gran capacidad de comunicación. Es una delicia leer sus conversaciones con el lugareño bonachón de nombre Fulgencio. Entre otros temas de actualidad, a veces, sentados en sillas de enea bajo una parra, degustando unas alcahuetas y un vaso de vino de la Unión, le explica en sus numerosas charlas temas como: alguno de los misterios de la evolución del hombre desde su aparición hasta nuestros días, cómo surgió el homo erectus, los agujeros negros, la evolución tecnológica y científica, etc. Y lo hace rompiendo las barreras del lenguaje científico, sus explicaciones muy comprensibles, y consiguiendo despertar continuamente la curiosidad de su receptor.

En la actualidad, comunicar la ciencia es más necesario que nunca para una sociedad que se enfrenta a retos cada vez más complejos y globales, pero ello, en general, requiere que las ideas y los hallazgos encontrados sean transformados en noticias mediante un lenguaje claro y suficientemente entendible. A menudo nos encontramos con divulgaciones científicas contadas desde nuestros días, sin ser capaces de ponernos en el contexto de la época y, así, suele perderse el enfoque adecuado para comprenderlo. Los temas que en la actualidad presentan un mayor interés tienen que ver con la astrofísica, la física, la neurociencia, la inteligencia artificial, la biología, el medio ambiente, la descarbonización, el sector espacial, y la alimentación.

¿De qué sirve investigar si no se comunican los hallazgos? ¿si no se dan a conocer? Comunicar la ciencia va más allá de exponer los resultados de las investigaciones. Hay que comunicar adecuando el lenguaje y los canales. Un aspecto clave a tener en cuenta es que, la comunicación sea clara y concisa y también debe ser entretenida y relevante. Para captar el interés del público, se deben utilizar métodos que sean atractivos y emocionantes. Los científicos deben ser capaces de explicar sus investigaciones y descubrimientos de manera sencilla, utilizando un lenguaje no técnico y evitando el uso excesivo de jerga científica.

También es importante recordar que, para fomentar nuestro aprendizaje necesitamos una formación que nos ayude a progresar con una formación integral. No sólo es necesario el conocer nuestro mundo desde la ciencia, sino también desde aquellas materias nos permitan precisamente desarrollar habilidades, métodos y formas de expresión mediante el análisis, la observación y la reflexión, para comprender mejor lo que sucede a nuestro alrededor a través de las Humanidades y las Ciencias Sociales.

La captación de talento es una urgente necesidad en el mercado laboral y en Alcázar de San Juan hay un manantial inagotable de ingenio, valía y creatividad, con capacidad de generar soluciones a interrogantes que generen nuevos conocimientos.

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