Es momento de definir el europeísmo que queremos

Nos jugamos mucho en las próximas elecciones y parece por los discursos que oímos a nuestro alrededor que todo diera igual, que todas las políticas son iguales. Es preciso debatir y actuar con responsabilidad cívica. Es tiempo de ejercer una ciudadanía plena y consciente.

¿Qué es ser europeo?, ¿qué es el europeísmo?, ¿qué es querer que haya Europa y sentirse en terreno conocido cuando se está en Europa?

Esto es lo que está en juego. Nos hemos sentido europeos cuando se ha salido de la crisis provocada por la pandemia. La compra centralizada de vacunas ha creado un escudo social que ha beneficiado a millones de personas y ha permitido la recuperación en menos tiempo. Y los fondos de recuperación que ahora se están gestionando permiten que se adapten a los nuevos tiempos de energías sostenibles edificios que tienen cien años como la Ferroviaria. Esas son políticas europeas que nos afectan muy de cerca.

Los programas de la Unión Europea están presentes en la vida más cercana: en los fondos de cohesión, en las inversiones que se realizan con participación municipal (autobuses urbanos, recuperación de humedales, inclusión digital) en las becas Erasmus, en los programas educativos de mejora del aprendizaje y el rendimiento, y en la digitalización de las aulas escolares.

Pero no todo el mundo está de acuerdo con los escudos sociales. Avanzan en Europa el individualismo y el sálvese quién pueda y se debilita el discurso que vincula el proyecto de la Unión Europea con la Ilustración, la igualdad y el progreso social.

Por eso estas elecciones van a ser decisivas, no solo por la definición de las políticas de la UE, sino por el camino que lleve la propia idea europea. Porque los conservadores piensan que con ser anti Putin y liberal ya eres europeísta.

El discurso contra Bruselas avanza impulsado por las extremas derechas. Puestos a definir al otro tenemos a Rusia y al inmigrante que no comparte señas de identidad europeas. Por eso se ve bien frenar las salidas desde países intermedios a cambio de dinero, blindar las fronteras, externalizar las responsabilidades y marcar un blindaje para proteger nuestro Estado del bienestar. El debate es necesario y las políticas que pueda decidir el Parlamento que votamos este domingo importan mucho.

En Alcázar que acabamos de tener una semana de la interculturalidad organizada por la Cruz Roja hemos podido experimentar los lazos que esa acogida solidaria y reconocedora del otro nos aporta. En diferentes momentos de esa semana hemos obtenido testimonios de vida de quien se queda entre nosotros como su primera opción y quien considera a Alcázar “su país”.

Los valores fundacionales de la Unión Europea están ahora en retroceso. El Pacto aprobado de Migración y Asilo, impulsado por conservadores, socialdemócratas y liberales lo pone de manifiesto y es una cesión grave. Cuando se reconoce mejor a Europa es cuando define políticas comunitarias cívicas, haciendo bandera de su modelo propio de bienestar y de su compromiso con la paz y la democracia.

Por eso la Unión Europea presenta un nuevo desafío, un modelo cohesionado que se ha demostrado eficaz en las últimas crisis a las que se ha hecho frente pero que está en construcción y al que el resultado de estas elecciones le importa mucho.

No podemos caer en hacer un traje a la medida de la señora Meloni, a la medida de VOX. Nosotros preferimos que se mantengan las señas de identidad originales de Europa que se cimentan en la Declaración universal de los derechos humanos que acaban de cumplir 75 años. Defendemos los valores democráticos de libre circulación de personas, si queremos una Europa fuerte y cohesionada que mantenga a raya las derivas autoritarias.

Defendamos el Estado del Bienestar frente al ultraliberalismo salvaje de EEUU y el dirigismo estatal, liberalismo económico y autoritarismo de China.

Para eso es básica la lucha contra la desigualdad y la exclusión social. Por eso no podemos aceptar el modelo socialdemócrata que se conforma con ser un liberalismo corregido y que acepta que la vivienda sea un valor de mercado. Urge reivindicar la vivienda como un derecho básico que protege la dignidad de las personas.

Y también está pendiente una reforma fiscal de escala europea que redistribuya la riqueza y refuerce el sentimiento de pertenencia de sus ciudadanos.

Estamos en la encrucijada para definir el proyecto común europeo. Se están produciendo enormes y complejos cambios geopolíticos, tecnológicos y climáticos. Están pendientes la redefinición de fronteras, ampliación de la Unión para nuevos países, controlar la Inteligencia Artificial y mejorar la gestión de los fenómenos climáticos adversos. El cómo abordar estos tiempos complejos va a depender del peso de las diferentes fuerzas en el Parlamento Europeo. Europa tiene que adoptar las mejores decisiones y eso necesita de mirada generosa y apoyo en la comunidad científica.

Vamos a necesitar grandes transformaciones para adaptarnos a este nuevo tiempo. Se necesitan personas comprometidas, que debatan, que voten y que asuman su protagonismo democrático. Y hay que reclamar de Europa pedagogía cívica para involucrar a la ciudadanía. Porque los asuntos que se abordan afectan de manera transversal a los ámbitos en los que se desenvuelve nuestra vida: el precio de la energía, el de los productos básicos, del transporte y de las materias primas. La crisis climática nos expone a riesgos de pérdidas de cosechas, de escasez de agua o de olas de calor que afectarán a los más vulnerables, personas mayores y niños. También la soberanía en tecnologías estratégicas y de defensa es un tema importante que tenemos que pensar y debatir

Por ello hay que plantear una mirada responsable sobre todos estos asuntos y encontrar un equilibrio entre nuestros hábitos de consumo y los recursos básicos que anualmente nos ofrece el planeta. Y ya hemos agotado los de este año.

Sintámonos parte de la Unión Europea porque es en ella donde se toman decisiones que impactan directamente en nuestras vidas. En el centro del debate está el futuro de esta Unión Europea y la defensa del modelo de convivencia que más se ajusta a nuestras ideas y en esto tenemos que actuar sabiendo que los individualismos no nos benefician. Hay que tener mirada ancha, cabeza y corazón acogedor y sentido de equipo. Y estar listos para aunar esfuerzos.

Elisa Díaz Argüelles

Más en Opinión
Entrando en la página solicitada Saltar publicidad
Advertisement