La "Trini" cumple 99 Navidades

Navidad. La Navidad se vive en Alcázar de San Juan de una manera muy especial. Es ilusión, hermanamiento y, por supuesto, solidaridad. Las luces ya están encendidas en todos los lugares emblemáticos: Castelar; en las Plazas de: España, Santa Quiteria, Santa María, El Arenal, La Bolsa, La Justa y Plaza de Toros y además durante los próximos días habrá multitud de actividades incluida la celebración de la Fiesta de Interés Nacional, Carnavalcázar 2023, que viene celebrándose desde 1871 durante el mes de diciembre.

En este tiempo, nos encontramos asistiendo a un acontecimiento que igual no estamos sabiendo valorar en toda su magnitud, en su justa medida. La comunidad escolar de «La Trini», digo. El colegio cumple sus noventa y nueve primeras Navidades. Las pasadas y las presentes. Las celebraciones del Centenario que se avecina, que están teniendo lugar desde el cuarto trimestre de 2023 y finalizarán en octubre de 2024. Los actos programados están destinados a conmemorar la implantación del colegio de la Santísima Trinidad. Un referente educativo en Alcázar de San Juan.

La Orden de la Santísima Trinidad fue fundada por San Juan de Mata a principios de 1193 y aprobada por Inocencio III el 17 de diciembre 1198 con la bula Operante divinae dispositionis. Desde el siglo XII hasta el XVIII la actividad redentora de los trinitarios consiguió la liberación de, aproximadamente, dos millones de personas. Uno de los cautivos liberados fue Miguel de Cervantes Saavedra. Ello acaeció el 19 de septiembre de 1580. Poco después se publicaría El Quijote.

Corría el año 1924 cuando los Trinitarios aceptan, en Alcázar de San Juan, un colegio que dirigía como propietario D. Antonio Moya, y que transformaron en un Centro General de Enseñanza. Las primeras clases dieron comienzo el 10 de octubre de 1924. En aquella época, se admitían cuatro clases de alumnos: internos, medio internos, permanentes y externos. El nuevo Centro dedicaba mucha atención a la educación física de la juventud, disponiendo de patio, huerta y campo de fútbol para sus recreos.

A partir de 1944 y durante catorce años, se denominó «Academia Balmes». Durante el curso 1958–59 la comunidad de Padres Trinitarios asumió la dirección. En junio de 1959 comenzó a denominarse Colegio Santísima Trinidad, con reconocimiento elemental y autorizado superior. Cien años después de su creación nos encontramos con un centro educativo que ha seguido evolucionando al mismo ritmo que se ha transformado la sociedad, principalmente la alcazareña, manteniendo intactos los valores trinitarios y con el propósito para el que nació: inculcar un estilo educativo propio.

Cumplir un siglo, en estos tiempos, no es fácil. Hay recuerdos y situaciones en la vida que son realmente difíciles de olvidar. Épocas pasadas que nos marcan para siempre, no sólo por nuestras vivencias, sino por lo aprendido en el transcurso de las mismas. Un ejemplo de ello son aquellos buenos y malos momentos todos los que hemos pasado en el colegio. En nuestro caso, era la época del esplendor del ferrocarril y del comercio, la construcción de un polígono industrial, la Castelar como lugar de encuentro y de las colas matutinas en las taquillas de los cines Alcázar y Crisfel, para la sesión de la tarde.

Normalmente, una vez que ha pasado el tiempo, los recuerdos que nos evocan los momentos escolares suelen estar llenos de anécdotas y curiosidades y, de una u otra manera, nos hemos visto envueltos en ellos. Suele decirse que la memoria recuerda mejor lo que queda grabado en nuestro cerebro los primeros años de nuestra vida, que todo lo que hemos ido almacenando después. Hemos sido muchas las generaciones que hemos estudiado en este colegio compartiendo no solo juegos y aprendizajes, sino también grandes amistades que, muchas de ellas, aún permanecen.

En aquellos años siempre nevaba. Ahora no. En esa época comenzábamos la celebración de los festejos navideños con el inicio de Adviento. La decoración de las aulas y la mesa solidaria que formábamos para recaudar fondos y alimentos para personas necesitadas, indicaba la llegada de la Navidad. Esperábamos con ilusión la llegada del 22 de diciembre, último día antes de las vacaciones.  Los niños y niñas de San Ildefonso, a través de la radio, nos cantaban los números y premios de la lotería. Igual que en la actualidad. Una fiesta en la que se percibía el gran compañerismo que existía. Una gran enseñanza aprendida para nuestra vida adulta.  

Entre las actividades que se realizaban, cantar villancicos, poner el belén… La más importante era la función de teatro, cuyos protagonistas éramos los propios alumnos. La historia no deja de tener su gracia en los tiempos presentes, pero cuando sucedió fue un auténtico acontecimiento que se estuvo en boca de todo Alcázar de San Juan. Próximos a las vacaciones navideñas, los alumnos de bachillerato superior solíamos invitar a las alumnas del colegio de la Sagrada Familia a la celebración de festejos como mandaba la tradición. Pusimos rumbo a Santa Quiteria y cuando llegamos, las puertas estaban abiertas. Ninguna monja apareció. Entramos, pues, en el patio del recreo y las mayores estaban haciendo gimnasia con sus respectivos pololos. No lo podíamos creer. ¡estábamos viendo a las niñas en paños menores! El alboroto que organizamos despertó la atención de las monjas que, rápidamente, procedieron a echarnos de allí. El caso es que, inmediatamente, al menos tres de ellas, con cara de mal genio, fueron a quejarse al Padre Superior Trinitario, quién, ante las sores, nos echó una bronca monumental. Sin embargo, cuando desaparecieron del despacho, el Rvdo. Padre, nos sonrió… Siempre se ha dicho que las enseñanzas recibidas en el colegio moldean el carácter y preparan para afrontar el futuro.

En nuestro caso, muchos recuerdos permanecen. «La Trini» es/ha sido un   espacio mágico para miles de alumnos. Resulta que las chicas que cursaban segundo de Bachillerato en la Academia Balmes «para niñas» no tuvieron mejor ocurrencia que, realizar una tarea que nadie sabe quién la propició ni por qué se ejecutó: golpear con palos, piedras y cualquier objeto contundente al alcance de la mano el techo de la clase. Aquella techumbre se derrumbó sobre sus cabezas. Recibieron una gran regañina y las trasladaron como solución de urgencia, al colegio de la Santísima Trinidad, que era donde estudiaban los chicos. Aquello resultó ser un antecedente de los colegios mixtos. De ello hace más de sesenta años.

Rememorar algunos aspectos es un proceso que puede comenzar con actividades tan sencillas como hacer una reflexión acerca de uno mismo: detalles de la niñez, infancia o adolescencia. En definitiva, recordar y reflexionar sobre la etapa en el colegio ya que, está demostrado científicamente, que gran parte de nuestro carácter se forma con el conjunto de huellas que marcaron esta época de nuestra vida. En nuestro caso, el equipo docente que lo formaba tuvo una gran influencia en nuestro desarrollo personal. Ellos eran los licenciados: D. Lope Castellanos, D. Francisco Sánchez Carrasco, D. Samuel Pool, D. Antonio Gutiérrez, D. Teodoro Cruz, D. José María Justo, y los trinitarios, entre otros, P. Heliodoro de la Dolorosa, P. Manuel del Ssmo. Sacramento, P. Juan María de S. Francisco Javier, P. Francisco de la Ssma. Trinidad, P. Antonio de Sta. Inés, P. Fidel de la V. del Carmen, P. Andrés de la Inmaculada, P. Juan Crisóstomo de la Inmaculada, P. Gabriel Bellido y el P. Reyes del Niño Jesús. Muchos estudiantes que pasaron por «La Trini» fuimos los primeros universitarios de su familia; Los hubo «Tordos» (seminaristas) y «Grillos» (los del colegio). La educación era la única vía, para que, gente de extracción humilde, como la gran mayoría de los alumnos, nos sirviese para soñar con un futuro inconcretamente feliz.

Lo que sí se recuerda es un castigo recibido en cierta ocasión por habernos introducido indebidamente en la cúpula de la Iglesia, por unas escaleras muy empinadas y estrechas. Estuvimos viendo desde allí, a través de unas pequeñas ventanas, la planta de la iglesia y el altar y, al parecer, cayeron algunos cascotes a la misma. Resultado: dos frailes trinitarios al final de la estrecha escalera y un «sin comer» durante unos días. Otras eran las incursiones que hacíamos por el interior del convento en busca del vino de misa, y el echar a los braseros de los profesores clorato potásico y, cuando movían las brasas con la badila, se producía un pequeño incendio. Difícil olvidar los partidos de baloncesto y de frontón …Intento encontrar más y más recuerdos, tal vez sin sentido, sabiendo discernir lo que se debe olvidar.

Así que, cuando se va a cumplir el Primer Centenario de la apertura del colegio, muchos de los alumnos que hemos pasado por sus aulas, continuamos apegados a él como algo nuestro. La mayoría de las ocasiones, cuando alguno de nosotros nos encontramos por esas calles, ahora frías, de Alcázar de San Juan, nuestras caras diseñan una sonrisa recordando aquellos días. Es tiempo de invocar a los compañeros, los amigos, y las conversaciones en el patio del recreo; cómo olvidar a los Padres Trinitarios y a nuestros profesores, siempre cercanos y absolutamente identificados con el ejercicio de su profesión.

Quiero dar las gracias a mis padres, ferroviario él y ama de casa ella, y a mi querida hermana, por sus esfuerzos al querer hacer de mi educación su objetivo prioritario. También a mis compañeros de curso: Fortu, José Luis, Antonio C, Francisco, Pepe, Manuel, Pedro, Antonio M., cuya amistad aún permanece, y a tantos otros de distintas promociones.  Un especial recuerdo a los ya fallecidos. Ha sido y es un placer sentirnos parte de la maravillosa familia de «La Trini». Por eso, a punto de cumplir cien años, solo quiero felicitarlos por seguir formando parte de esta comunidad con el deseo de que sigan pasando los años y el colegio ahonde en su vocación de compromiso con la educación de calidad, innovación y libertad. Mientras llega el día, voy preparando las velas para soplar con todas mis fuerzas el día de su cumpleaños. Dos meses despues celebraremos las cien primeras Navidades.

¡Feliz Navidad!

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