EL FORÁNEO DE ALCÁZAR

Alcázar y el Priorato en la génesis, estructura y desarrollo de los servicios sociales y sanitarios, ya en marcha en el siglo XVI (Parte I)

Por Chindasvinto

Una vez más y casualmente, encuentro documentos que, al leerlos, llegan ciertamente a emocionar y profundizan aún más en esa admiración que particularmente siento hacia la ciudad y sus gentes,a su ingenio y a su nobleza, a su sencillez y a su grandeza de espíritu. El ingenio que te lleva a hacer grandes cosas, la nobleza a llevarlo a cabo sin alharacas ni ruidos, la sencillez a no dar importancia a lo hecho y que otros valoran más que tú; y la grandeza, a ofrecerlo en acto de altruismo sin esperar nada a cambio.

Hablamos de las décadas finales del siglo XVI y las primeras del XVII, y sí, coinciden la fechas con las andanzas del hidalgo que tampoco podía faltar aquí. España era un despropósito económico, con miseria, pobreza, necesidades, hambre y enfermedades. Pero.. ¿por qué, si tanta riqueza recibía?

1. Era el Siglo de Oro, pero con las letras no se come, en todo caso comía y mal el que las escribía. Tampoco el otro oro, el del tesoro americano se dejaba notar porque iba directamente a sufragar continuas guerras y conflictos para mantener indemne al Imperio y sus dominios (Inglaterra, Francia, Italia, control del Mediterráneo, los Turcos, los Piratas Berberiscos, Plazas del Norte de África, Países Bajos, príncipes alemanes y guerras religiosas, Lutero) y al otro lado el control del Atlántico.

2. Aragón y Cataluña estaban arruinados y sólo Castilla sostenía, vía impuestos, esta política expansiva. Tanto era el gasto que en varias ocasiones durante el XVI se declararon bancarrotas y en más de una ocasión estaba ya gastado de antemano todo lo presupuestado anualmente para los siguientes cinco años. Esta situación obligaba a recurrir a banqueros genoveses, alemanes, los Fugger, holandeses etc. que en conceptos de pago de deuda e intereses se llevaban todo el tesoro americano.

3. Además, y ya a nivel interno, las exenciones tributarias de la nobleza y del clero hacían que toda la carga tributaria recayera en las clases más desfavorecidas, en los pobres trabajadores o pequeños agricultores propietarios, en gente menuda que era el grueso de la población.

4. El problema se agravaba por la política real de favoritismo de la ganadería frente a la agricultura, provocando el abandono de tierras de cultivo para dedicarlas a pastos que después la Mesta aprovechaba para su ovejas y la gran industria de la época, la lana que, torpemente, se exportaba en bruto (paños sin procesar a Francia o la los Países Bajos) que después se importaban una vez elaborados a un precio muy superior al que se había vendido. Los nobles aristócratas y el alto clero ambos exentos de impuestos, eran de facto los dueños de los grandes rebaños y volvían a ser los favorecidos nuevamente, junto a algunos exportadores industriales de lana, también aristócratas que se encargaban de exportarla desde Burgos a través de los puertos vascos. Así, las tierras para pastos y los pequeños rebaños comprados por los grandes a los menudos, dejaban a éstos en situación económica deleznable (esta política ya venía heredada de los Reyes Católicos).

5. El resultado:  una escasa agricultura, insuficiente para el abastecimiento básico de grano que había que importar y que no daba para todos, los campesinos en situación desesperada, los jornaleros deambulando, los pequeños propietarios obligados por las circunstancias a vender sus tierras. Las continuas bancarrotas y devaluaciones de la moneda iban creando una bolsa de gente pobre, desesperada hambrienta y enfermiza.

6. Para culminar las desgracias, las repetitivas sequías y malas cosechas de lo poco que se sembraba conducían inexorablemente a la hambruna y las epidemias repetidas (1564-66, 1580 y la traca final, la gran epidemia de peste de 1596 y 1602) que se cebaban sobre una población hambrienta y debilitada que ni en sueños podía imaginar disponer de “un duelo o un quebranto”.

El pueblo llano (no aristócrata, ni con hidalguía, ni consagrado, ni industrial ni perteneciente a la administración del Estado -notarios, administradores reales, artesanos..-) estaba condenado a malvivir durante casi todo el año acuciado por la pobreza y escasez de lo más básico y a la enfermedad y en el peor de los casos a engrosar la línea descendente demográfica. Esa era la España de ingenioso hidalgo, ultimas decenas del XVI y primeras del XVII. Aproximadamente un 80% de la población vivía así.

A estos pobres naturales de la villa se añadían habitualmente transeúntes que eran o jornaleros buscando trabajo, vendedores o simplemente vagabundos pidiendo limosna. A la postre, forasteros desconocidos que despertaban recelo entre la población y en el Consejo de la villa. El grupo de menesterosos aumentaba y los concejos tomaron medidas para aliviar su situación al objeto de evitar situaciones que el hambre podía llegar a producir, de tipo violento como revueltas o saqueos, etc.

El instrumento esencial con el que contaban los concejos para tal fin eran los hospitales, que a lo largo del XVI se fueron creando. Es evidente que las funciones de un hospital de la Baja Edad Media o a principios de la Edad Moderna no es comparable a la de un hospital actual. La misión de aquellos era simplemente de acogida, manutención y alojamiento, sin médico ni cirujano barbero y además cubrían otras funciones sociales como la recogida de niños abandonados, tan frecuente, por imposibilidad de los padres para alimentarlos, o la atención a mujeres de mala vida y reubicarlas como veremos más adelante, entre otras acciones. Con el paso del tiempo y a comienzos ya del XVII, epidemias y desnutrición acabaron produciendo enfermedades que si requerían asistencia médica además de alojamiento y manutención y los hospitales pasaron a tener como función principal facilitar medicinas a los pobres. Además, la aparición de nuevas enfermedades que requerían de personal con conocimientos específicos, fue produciendo otros fenómenos en los hospitales, como fue el de la diversificación de la asistencia sanitaria. Así mientras unos se encargaban del cuidado y remedios para enfermedades infecciosas, o venéreas, otros se hacían cargo de enfermos mentales o apoyo en enfermedades incurables, en otros se atendía a los convalecientes. Como ejemplo de esa diversificación, en Toledo hubo una treintena de hospitales y sólo once atendían enfermos. El resto eran para hospicio, asilo, expósito y atención de mujeres de la calle (Rafael Sancho San Román. Boletín de Real Academia de Bellas Artes e Historia de Toledo. Vol. 5, p 50, 1982).

Acotando límites, en el Priorato de San Juan surgen los hospitales de forma más o menos homogénea y similar con los de su entorno, en Campo de Calatrava o el de Montiel, dirigidos por las órdenes militares españolas, apareciendo las primeras instituciones ya a mediados del XV y extendiéndose a todas las poblaciones del Priorato en la primera mitad del XVI.

En el Priorato de San Juan los primeros hospitales edificados lo fueron en Consuegra a mediados del siglo XV a instancias del gran prior Gonzalo de Quiroga. Así en 1453 abre el Hospital de San Juan Bautista en Consuegra y al año siguiente, a unos 8,5 km del anterior se construye otro en el convento de Santa María del Monte (Ángela Madrid Medina “La orden de San Juan de Jerusalén en la Mancha: su proyecto hospitalario” 1999).

A partir de aquí y ya por iniciativa de los concejos se irán construyendo hospitales en casi todas las poblaciones. No todos con las mismas funcionalidades ni bienes en propiedad. La dotación de un hospital dependía de la importancia económica y demográfica de la población que lo albergaba aunque frecuentemente eran asistidos por la ayuda de cofradías o hermandades que como obra benéfica particular, sin relación con mandatos del concejo, colaboraban en su mantenimiento.

En el Priorato hallamos algunas poblaciones con más de un hospital y bien dotados para afrontar las necesidades, como ocurría en las dos poblaciones más importantes y que por entonces tenían más de cinco mil habitantes. A saber:

1. Alcázar tenía el hospital del Corpus Christi y el de Nuestra Señora de la Asunción (los veremos más adelante).

2. Madridejos, segunda población en importancia en la época tenía otros dos: el de Nuestra Señora de septiembre, para recibir a los pasajeros y dotados con unas casas y tierras que rentaban tres mil maravedíes anuales y ocho fanegas de trigo. El de Nuestra Señora de Agosto, destinado a pobres de la villa que dotado con varias parcelas rentaban trece fanegas de trigo al año.

       La atención a los pobres, como hemos dicho se veía reforzada por las aportaciones benéficas de cofradías y hermandades además de los hospitales, como eran las cofradías, algunas de las cuales tenían funciones asistenciales. Concretamente la de la Concepción de Nuestra Señora gastaba parte de sus ingresos en dar de comer y vestir a los pobres en el día de su Festividad. La cofradía de Santa Ana, de las limosnas recogidas repartía pan y queso a los pobres el día de Santa Ana.

3. Tembleque contaba con un hospital, el de Santa María Magdalena. Era un hospital modesto y con poca renta y gestionado por alguna cofradía.

4. En Argamasilla y Herencia los hospitales no tenían posesiones ni rentas y su único sustento eran las limosnas de los vecinos. Aunque en Argamasilla había una obra pía, legado de don Juan de Zúñiga para casar a huérfanos y mujeres “herradas” (de mala vida), y dos cofradías (la Veracruz y el Santo Sacramento). En Herencia estaba el hospital de la Concepción de Nuestra Señora y dos cofradías de la misma advocación que en Argamasilla.

5. Villacañas, Arenas y Villarta, poblaciones más pequeñas, aunque contaban con hospital, apenas se mantenía de limosnas.

De lo expuesto (Carmelo Viñas y Ramón Paz: “Relaciones histórico-geográficas-estadísticas de España ordenadas por Felipe II” Tomo II, 1951-1963. Instituto Balmes de Sociología. Madrid) se deduce que la situación era variopinta y solo en poblaciones grandes se podía cumplir con la normalidad. En el caso específico de Alcázar veremos, desgranando la actividad en el hospital de Nuestra Señora de la Asunción, cómo se llevaba a cabo la atención social y sanitaria a pobres y enfermos a principios del XVII, siendo un hospital con buena situación económica y un ejemplo para toda la comarca, la región y el país en general. LO VEREMOS EN UN PRÓXIMO CAPÍTULO.


 

Más en Opinión
Entrando en la página solicitada Saltar publicidad
Advertisement