Una modesta proposición

Por Pedro Pablo Novillo

 

 

Con la convocatoria de elecciones para el 23 de julio, el presidente del Gobierno de España (Pedro Sánchez, ese okupa que se aferra al sillón de la Moncloa y el Falcon), además de revalidar su impecable condición de demócrata (‘el mejor método, la democracia’) acaba de convertir en pasado lo ocurrido ayer mismo y de poner a los españoles a pensar de nuevo en el futuro… sin que hayan pasado ni siquiera doce horas.

Y como estaremos en plena campaña (o incluso votando, que no tengo a mano los calendarios) mientras se constituyen los nuevos Ayuntamientos, las nuevas Asambleas y Parlamentos autonómicos y las Diputaciones provinciales y Consejos insulares, VOX acechante y me temo (o eso me gustaría) que PP preocupado, me arriesgo a proponer de nuevo -y a encajar los improperios que puedan llegar- a las ejecutivas todas del PSOE un procedimiento que aleje del gobierno de las instituciones la sombra alargada del neofascismo patrio y cutre de una ultraderecha que las quiere someter y aun liquidar.

Una fórmula sencilla, que no es otra que la de facilitar al PP las alcaldías o las presidencias de Gobiernos autonómicos allí donde no sea posible -o no alcance para gobernar- un acuerdo de las fuerzas progresistas. Para que los aspirantes de la derecha no tengan que depender de los votos -y las políticas- de Vox. Salvo que les vaya la marcha y les guste más así… y se tengan que retratar.

Para que, por ejemplo, no tenga el PP valenciano que nombrar vicepresident de la Generalitat a un condenado en firme por maltrato, y que la buena gente de aquella Comunitat no tenga que sufrir tamaña humillación.

También, como alguien me sugería esta misma mañana, para alejar de la política y de la vida de los españoles esa imagen de frentismo insalvable y polarización que tan interesadamente se está forjando para dividirnos y enfrentarnos y hacer de la nuestra una sociedad enfermiza.

Despejaríamos así muchas incertidumbres en un momento que se me antoja crucial para nuestro país y nuestra democracia. Y al día siguiente podríamos -más: deberíamos- esforzarnos en cada lugar por encontrar, diálogo mediante, los acuerdos que mejoren la vida de las gentes. De las unas y las otras.

Creo que ni siquiera sería necesario un pacto, y que bastaría con poner a trabajar el buen juicio que confío en que asista todavía a las derechas democráticas de nuestro país. Y a las izquierdas, a las que se lo supongo.

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