LAS COSAS CLARAS

Se fue el verano, la Feria y estamos en época de vendimia, recuerdos de un niño ya abuelo

Por Joaquín Arias Abengozar

El tiempo corre para la gente de mi generación a velocidad de vértigo y no somos capaces de digerir la información que nos llega, y  menos la tecnología que la procesa, y la velocidad con la que  llega y se  va.

Alguien dirá que cualquier tiempo pasado fue mejor, cuestión que no comparto porque la vida  evoluciona constantemente, unas veces para bien y otras para mal.

Debe ser por la nostalgia de tiempos pasados de los que hubo de todo como en Botica, o por los años que van pasando y dejas de ver a personas que conocías y a otras que compartieron muchas cosas contigo y las tenías cariño a aprecio.

Cuando era niño, me alegraba ir al paseo del Cementerio que estaba en mi barrio con mis amigos a coger moras y pan  quesillo, hasta que nos pillo un policía municipal y lo puso en conocimiento de padres, madres y abuelos, no por coger tan rico manjar, sino porque éramos todavía pequeños y nos podíamos caer y rompernos alguna pierna o brazo.

Ibamos a las era alta, a las del porcarizo  o a la de los espaderos y las que había en torno a la carretera de la Alameda, Camino de Tomelloso o las que había frente al  cementerio que eran de los Angoras, Patateros y de la Angelilla, abuela de mi amigo Jesús Octavio.

Los sembrados que había junto a esas eras en el mes de mayo estaban divinos, llenos de espigas, amapolas y margaritas, las cepas de la Altomira que algunas veces nos atrevíamos ir hasta allí ya estaban con sus brotes altos y los racimos en ciernes.

Poco faltaba para otras semanas de la recolección del grano, segando los sembrados,  los carros, galeras y remolques acarreando la mies a las eras, para una vez allí trillarla, aventar y llevar el grano y la paja a graneros y pajares.    

Era una época preciosa en el calendario, donde segadores, gañanes, trilladores se afanaban para recoger la cosecha y ellas, las mujeres con pañuelo para no quemarse la cara y con sombreros, recogían las leguminosas que estaban duras de pelar y a muchas se les abrían las muñecas de trabajo tan duro.

Las mulas  y los carruajes nos gustaba mucho a los zagales y trillar ni te digo, aunque muchas veces había que echar mano a los botijos.

Para entonces ya habían abierto la Piscina Macris en el Parque Cervantes, eso sí, con horarios diferentes para los chicos y las chicas, ver a una chica en bañador era pecado mortal, ya en las lagunas de Villafranca se empezaban a ver jovencitas y     señoras de buen ver en bañador, unas salían de las casas de los baños, otras de los tenderetes que se hacían junto carros y remolques.

Ya en pleno mes de julio y agosto el Alcázar ya preparaba su equipo para la nueva temporada y a los Abilios, Carretón, el Sino, Vela, Pablo el hijo de Martiliano el del bombo,  que eran pintores y de los buenos, como Vela, los Jobito, se incorporaron el Portero Mayo que era un fenómeno, Oramas buenísimo delantero como Melgar, y Macías como lateral, pero luego se incorporo un medio que jugaba de Libero que tenía una clase fuera de lo común para jugar en Tercera División, pero el alma del Equipo, en el medio Campo seguían siendo el Jaro sobrino de Damián y Garrido padre.

Luego llegaban los Festivales de España a la Plaza de Toros, y allí vimos a Pinito del Oro, la Zarzuela de la Rosa del Azafrán, Antoñita Moreno, Manolo Escobar y a los artistas locales sobresaliendo entre ellos nuestra Mari Monreal.

Ya estábamos en la Feria, con las corridas de Rejones de los Hermanos Peralta a la que me llevó siendo un niño mi abuelo paterno porque sabía lo mucho que me gustaban los caballos, las mulas y los borricos, esa afición me la había inculcado mi abuelo materno que era Mayoral de la Muleta de los Penalva y de la parada de Sementales del Herradero de los Bueyes en plena vega del Záncara. Cuando vi la cuadra de caballos en la plaza de Toros y vi una docena de caballos negros, tordos, castaños, también ataviados pensé a pesar de lo pequeño que era que estaba soñando. Aunque las Yeguas y los Sementales de la Muleta de los Penalva no le tenían envidia.

La feria de Cuerda era de lo que más me gustaba con tratantes, caballerías, mayorales haciendo tratos bajo la atenta mirada de los Mayordomos de la Casa, mi abuelo serio y muy formal era más gitano que los gitanos, cuando sabía que un animal había gustado tenía claro, que si a la primera no se lo habían llevado a la segunda no fallaba.

Era digno ver a las yeguas gias o nodrizas embarcar los muletos en los vagones de rénfe para ir a otras ferias de posada en posada, mi abuelo en contra de mi abuela me  montaba con el Arroyo mina hacía los muelles de la Estacón a embarcar, desde la casa del Molino en la calle Castellanos, mi abuela y mi madre salían a vernos a la esquina de la calle del Recreo con el Arroyo Mina, mi abuela movía la cabeza como desaprobación y el se reía por lo bajini.

La Feria desde el día 4 de la Pólvora, en la plaza en los veladores de las tabernas, los matrimonios se sentaban a tomar jarretes fesquitos ellos, las mujeres jarras de Ponche, los chicos  Zarza Parrilla o un zumo de la Prospe para dos.

El aperitivo, nada de marisco que sentaba mal, lo máximo camarones que estaban muy salados, berenjenas, patatas fritas, cacahuetes y garbanzos torrados.

De camino a la Feria en la calle del mismo nombre un trozo de turrón duro de cacahuetes, en la Plaza de la Aduana la foto de rigor en el caballo de Cartón Piedra, y en el Arenal los caballitos de choque, una vuelta como mucho dos con el dinero de la hucha y las ferias de abuelos y tíos. Al principio de la Calle de Toledo en la confluencia con la de los Ángeles estaba el Circo con las fieras.

Ya siendo un poquito mayor íbamos por las mañanas solos con mis amigos a tirar a el tiro a Pichón y a ver de dar de beber agua a los Elefantes del agua que sacaban los mozos del circo de las casas de los vecinos, ¡Madre mía los cubos de agua que se bebían!. Luego a las sillas locas.

Luego había que ver por las tardes y sin siesta al Alcázar y a los Equipos de alto copete que venían de las canteras de los grandes equipos, hasta del Real Madrid.

Mi padre nos llevaba por las mañanas a ver el Guiñol que lo ponían en la calle de Correos a la altura de donde hoy está la central de Telefónica.

Después venía la vendimia, bodegas en casi  todas las calles, eran bodegas familiares la mayoría, las grandes bodegas de las cooperativas, de los Peñuelas, los Ropero, los Portas, los Tocinillo, etc, las viñas se llenaban de cuadrillas, la mayoría de mujeres jóvenes y no tan jóvenes, los caminos de gañanes con sus carruajes tirados por mulas en su mayoría, transportaban las uvas a las bodegas, las calles se llenaban a olor del mosto que daba gusto, los ancianos del Asilo con su carrete en el paseo del Cementerio donde le regalaban los arrieros cestos de uvas para hace su vino para las comidas, las quinterías por las noches después de dura jornada una vez ya cenados, hasta la hora de irse a la saca de paja a dormir y descansar, momentos de chistes, cante, baile en algunas cuadrillas de las casas grandes y muchas parejas salían de aquellas noches de quintería que años más tarde se casaban.

Luego llegaba la segunda feria en plena época de vendimia, la Virgen del Rosario, donde todo el mundo paraba de vendimiar para festejar a la Patrona de Alcázar.

Para la Virgen del Pilar en muchas casas ya había terminado la vendimia o estaba a punto de terminar, en Tomelloso y en algunas casas grandes, se llegaba casi al Día de los Santos, donde la Puerta Cervera y el Paseo del Cementerio era un gran día donde se estrenaba ropa de invierno, se comían castañas asadas y otras golosinas los más pequeños de las casas, los mayores llevaban las flores al Cementerio y algunos se iban por la tarde a ver el D. Juan Tenorio.

Después ya era el invierno y para mí al menos la época más dura y más triste del año hasta que llegaba Navidad, y sobre todo hasta el mes de Abril, donde los campos se volvían a llenar de vida y de colores verdes de los sembrados y rojos de amapolas y amarillos de las margaritas.

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