Colores y silencios

Por Antonio Leal Jiménez
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Con el estilo de hace nueve años, el alcazareño Mariano Velasco Lizcano, doctor en Ciencias Políticas y Sociología, es un autor que aún contempla, con una mirada heñida en la memoria, la geografía del lugar que le vio nacer, además de seguir desarrollando una intensa actividad como escritor, conferenciante, ponente y divulgador de temas relacionados con la problemática ecológica y social y el género de la novela histórica.

Durante la primavera y verano de 2013, y solo por el mero placer de lo que para él significa el recuerdo, escribió la obra Colores y Silencios. Para ello, en su momento, se centró en los cimientos más importantes que han marcado su historia y que han formado parte de su vida, en una época que resultó ser muy significativa para el autor. Sus relatos son fiel espejo del cómo los interiorizó de niño.

Quien lea el título del libro quizá pensará que se trata de una novela a la que no le falta nada, que es un relato que cuenta una fuerte aventura vinculada quizá a una época histórica donde no falta el misterio. Pero es en el subtítulo donde la obra resulta diferente “Crónicas de un pueblo manchego y rural”. Porque este libro se centra en la narración oral, es decir, en contar treinta y seis historias en vivo y en directo. Y es que, aunque no nos demos cuenta, la propia vida está hecha de historias.

Tanto en los recursos utilizados para su narración como los lugares y hechos acaecidos, puede que sean muy conocidos para el lector, ya que están ubicados en la ciudad de Alcázar de San Juan, “Corazón de la Mancha”. La brevedad de las explicaciones hace que el libro resulte ameno y fácil de leer, en especial a los amantes de contar y escuchar historias. A mí, al menos es lo que me ha parecido.

Durante su lectura, he vivido toda una tarde siguiendo las páginas de este libro, he jugado con las personas protagonistas y participado en la celebración de festividades. Mi imaginación me ha llevado a percibir situaciones que me han provocado sentimientos y vivencias de hace más de cuarenta años en una realidad actual marcada por lo virtual. He sufrido y me he alegrado por lo que sucedía en algunos parajes, y no he querido retomar su lectura: la he realizado de una forma continua, de tirón, podríamos decir, porque su contenido ha conseguido que me fascinara. Sin duda, una experiencia muy satisfactoria que recomiendo a todo amante de la historia y la etnografía local.

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