EL FORÁNEO DE ALCÁZAR. Parte I (Actividad Militar)

D. Juan José de Austria, el “Hijo de la Tierra”, maltratado por la historiografía pero leal hasta su muerte

Por Chindasvinto

Cuatrocientos años después aún se levantan acaloradas discusiones sobre diversos aspectos de la vida de D. Juan José de Austria, el cual dejó un legado tan valorado por unos como denostado por otros, pero que al final, todos reconocen.  Las mentiras o las medias verdades intencionadas y mil veces repetidas de la historiografía, acaban pareciendo certezas y crean la controversia sobre las personas más escrupulosas. En realidad, ha sido maltratado por su tiempo primero y por la historiografía después, dibujándolo como un ambicioso personaje con hambre de poder dinástico y de trono cuando en realidad fue un leal hijo y un servidor ejemplar, con logros no suficientemente valorados, militares y políticos, y dispuesto a todo lo que se le pedía aun en contra de su voluntad. Esa pretendida ambición de poder no se puede demostrar. Demostrables sólo son su fidelidad, su capacidad y el respeto, incluso a sus adversarios.

Fig. 1. Retrato de D. Juan José de Austria.

Óleo sobre lienzo de autor anónimo. Museo del Prado. Madrid.

 D. Juan José, fue a nacer el 7 de abril de 1629, en la calle Leganitos de Madrid, ciudad en la que también encontró la muerte un 17 de septiembre de 1679, víctima de la peste, a los 50 años de edad. Otros autores piensan que fue envenenado por su rivales políticos. (J. I. Ruiz Rodríguez, Don Juan José de Austria en la monarquía hispánica: entre la política, el poder y la intriga, Madrid, Dykinson, 2007)

 El niño Juan José fue fruto de una relación extramatrimonial de Felipe IV con una afamada actriz de la época, María Inés, conocida como “la Calderona” y también como “Marizápalos” (el Marizápalos era una danza que su madre interpretaba con gran maestría llegando a generar el apodo). Fue uno más de los 34 hijos ilegítimos de uno de los peores y más dañinos reyes de la monarquía hispánica. La primera controversia en la vida de Juan José fue la de su paternidad, puesto que su madre también tenía relaciones con algunos de los ministros de Felipe IV, el duque de Medina de las Torres (virrey de Nápoles, Capitán General y yerno de Olivares) y algún compañero cómico de profesión. Las dudas sobre paternidad fueron utilizadas políticamente por sus detractores, pero en último extremo, se asignó a Felipe IV. En cualquier caso, las decisiones sobre su crianza y destino dependían del Conde-duque de Olivares ante la incapacidad de tomar decisiones del monarca. Una vez nacido Juan José, la “Calderona” fue obligada a ingresar en un convento benedictino en Vallehermoso de las Monjas, Guadalajara, oculta de la vida pública y de Madrid y Corte.

Fig. 2. Partida de nacimiento de D. Juan José. “Hijo de la Tierra”.

Juan José nació durante el matrimonio de Felipe IV con Isabel de Borbón (hija de Enrique IV de Francia), con la que tuvo 10 hijos legítimos, y fue el único ilegítimo de sus hijos que fue legitimado en vida, para asegurar una descendencia capaz de reinar por los temores de Olivares y Felipe IV sobre la idoneidad de sus descendencias para reinar. Su estancia en Corte suponía una presencia molesta para la reina Isabel, de tal modo que tras ser bautizado en la parroquia de los santos Justo y Pastor (en su partida de nacimiento, como era costumbre en la época, se lo inscribió como” Hijo de la Tierra”, del mismo modo que a todos aquellos niños cuyo padre era desconocido), se decidió criarlo en secreto y marchó con su responsable, una mujer “su madre de cría” a León. Lejos de la corte, pasó la niñez y al fallecer “su madre” y con la intención de formarlo para la carrera eclesiástica se dispuso su formación académica en Ocaña, donde recibió una esmerada y elevada educación por los más sabios especialistas, todos nobles o de gran prestigio. D. Juan respondió con creces a las expectativas de su profesores mostrando gran talento y especialmente una habilidad con la pluma y comunicación escrita fuera de lo común que aprovecharía tiempo después en su etapa política.

Como siempre y a instancias de Olivares, el rey lo reconoció como hijo en 1642 recibiendo el apellido Austria, para suplir la eventual falta de herederos varones. En 1643 y con sólo 14 años, fue elevado a la dignidad de príncipe, pero no infante y se le nombró Prior de la orden militar de San Juan para los reinos de Castilla y León, con sede en Alcázar de San Juan. El rey rechazó siempre su legitimación como infante lo que le cerraba el acceso a la sucesión. (J. I. Ruiz Rodríguez, Don Juan José de Austria en la monarquía hispánica: entre la política, el poder y la intriga, Madrid, Dykinson, 2007).

Reconocido como hijo, titulado como Príncipe y Gran Prior y con muy elevada formación académica, Juan José, seguía siendo molesto en la Corte. El modo de alejarlo de la misma con dignidad fue encomendarle misiones militares honorables y propias de un príncipe en el exterior. Esa acción no sólo consiguió aumentar su fama y consideración entre todos (nobles y pueblo) hasta el punto que se le empezó a llamar “El segundo Juan de Austria” al comparar sus hazañas con las del hermano bastardo de su bisabuelo Felipe II “El primer Juan de Austria”. Siendo breve, sólo enumeramos someramente la importante actividad militar de D. Juan José, pues necesitaríamos una monografía para cada uno de estos eventos, y alguno queda fuera de la citación. (J. Castilla Soto, Don Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV): su labor política y militar, Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1992).

1). Con sólo 18 años, cuando fue puesto al mando de la flota enviada a sofocar la revuelta de Nápoles (1647-51) capitaneada por Massaniello y favorecida por la rival Francia. En febrero de 1648 tomaba la ciudad de Nápoles acompañando al conde de Oñate, al que se le encomendaba el virreinato, y haciendo prisionero al duque de Guisa; acababa, así, con la revuelta napolitana.

2). Inmediatamente después y en agradecimiento fue nombrado virrey de Sicilia, Juan José de Austria se trasladó a la isla y permaneció allí hasta el año 1651; mientras tanto, en 1650 había sido nombrado consejero de estado.

Fig.3. Mariana de Austria. Segunda esposa de Felipe IV y madre de Carlos II

Retrato al óleo de Diego Velázquez. Meadows Museum. Dallas USA.

3). En aquel año de 1651 y de vuelta a España, se le encomendó, como comandante en jefe de los ejércitos en Cataluña, acabar con la revuelta de los catalanes (els segaors): en octubre de 1652 entraba victorioso en Barcelona y en febrero de 1653 era nombrado virrey del principado. Durante su estancia allí (1653-1656), la generosidad que mostró con los vencidos y el respeto institucional que mantuvo, le supondrían en el futuro adhesiones y apoyos.

4). Al término de su virreinato catalán, fue nombrado virrey de Flandes (1656-59), tarea en la que obtuvo algunos éxitos frente a los franceses, como el levantamiento del cerco de Velenciennes o la toma de Condé, pero no pudo evitar la pérdida de Dunkerque.

5). Por último, Felipe IV le puso al mando del ejército español que intentaba recuperar el control de Portugal, tarea en la que fracasó (1661-64). Con la derrota en la batalla de Ameixal también conocida como batalla de Estremoz o Évora.

                  Felipe IV enviudó en 1644 de Isabel de Borbón y tomó nuevas nupcias con su sobrina Mariana de Austria en 1649. Se dice que la última derrota en Évora de D. Juan José agotó la paciencia de su padre, pero en realidad no fue así, porque el rey sabía en qué circunstancias se había producido la derrota y era inevitable (R. Menéndez Pidal. Historia de España. Vol. XXVI. Espasa-Calpe. Ed. 2004), pero no se cumplió la palabra del rey y no le llegaron los refuerzos terrestres y navales prometidos dejándolo a su suerte con el fatídico resultado. Ese agotamiento pretendido de paciencia no eran nada más que los demonios de la nueva reina hacia el bastardo que podía arrebatar la corona a su descendencia, al único descendiente posible de los 5 hijos que tuvieron, Carlos II, tanto más cuando Felipe IV falleció en 1665, de disentería, cuando Carlos contaba sólo con cuatro años de edad y ya dejaba patentes sus deficiencias, que no sólo eran físicas. Se establecía un periodo de regencia.

Fig.4. Carlos II de España posando en el Salón de los Espejos del Alcázar de Madrid.

Óleo de Juan Carreño de Miranda. Museo del prado. Madrid.

 Desde la muerte de Felipe IV (1665) cambió la actividad militar por la política cortesana, y las dudas de naturales y extranjeros sobre el gobierno de la monarquía y la función de Juan José de Austria se despejaron tan pronto como se dio a conocer la voluntad testamentaria del monarca: su hijo natural quedaba marginado de toda acción de gobierno, el cual pasaba a la reina María Ana y a una junta de gobierno creada al efecto. Sin duda, el prestigio militar y la capacidad política que atesoraba este vástago, sobresaliente entre los distintos poderes de los reinos de la monarquía (querido y admirado en Castilla, Aragón, Cataluña y Valencia, como ningún otro mandatario anterior), hacía temer al padre (y a la madrastra) que el otro hijo recién nacido y con muestras de debilidades, pudiera quedar preso de ambiciones no del todo legítimas; circunstancias que nunca manifestó el bastardo, jamás y bien que podía haber aprovechado el periodo de regencia paras ello).

Aquella Junta de Gobierno, estuvo pensada para asistir a la reina durante su regencia y evitar conflictos y ambiciones dentro y fuera de las fronteras. Reunía a una parte de los representantes más destacados de los poderes de los reinos: el conde de Peñaranda (Consejo de Estado), el conde de Castrillo (Consejo de Castilla), Cristóbal Crespí de Valldaura (presidente del Consejo de Aragón), el marqués de Aitona (prohombre del Principado de Cataluña) y, finalmente, el arzobispo de Toledo: cardenal Pascual de Aragón (inquisidor general de la Suprema y de la más rancia nobleza aragonesa). Pero también quedaron excluidos personajes políticos importantes hasta ese momento: además del citado Juan José, hombres de la talla política del duque de Medina de las Torres o el duque de Alba entre otros. (J. Fayard, Los miembros del Consejo de Castilla (1621-1746), Madrid, Siglo XXI, 1982). Aquel testamento con sus disposiciones de gobierno, lejos de ser un calmante para las tensiones políticas internas, las alimentó hasta alcanzar una opinión pública adversa y las de sus gobernantes más adversas todavía. (A. Domínguez Ortiz (ed.), Testamento, Felipe IV, transc. J. L. de la Peña, Madrid, Editora Nacional, 1982).

Figura. 5. Torreón de Don Juan de Austria y Museo de la Orden de San Juan. Forma parte del Conjunto Palacial del Gran Prior, en Alcázar de San Juan (Ciudad Real).

Establecida la regencia, una de las actuaciones más inmediatas fue la que, fundada en los temores de la reina y nada más, solo temores paranoicos, obligaba a Juan José de Austria a abandonar la Corte y retirarse a donde le apeteciera, pero fuera de la corte. D. Juan José prefirió establecerse en su sede prioral de la Orden de San Juan en Alcázar (residirá allí dos años). Por tanto, esa aseveración, tantas veces oída de “estuvo encerrado, o preso político en el Torreón” de D. Juan José no tiene base histórica alguna. Simplemente prefirió estar y asentarse allí, cerca de la corte y con accesos más fáciles a los círculos a los que pertenecía. Hay textos referenciados en (V. Kalnein, Juan de Austria en la España de Carlos II, Lérida, Ed. Milenio,2001) que hablan de un D. Juan José engrilletado y encadenado, como un preso común de poca monta. Más que historiografía, estas descripciones parecen difamación hacia nuestro personaje. Lo cierto es que entre Consuegra y Alcázar pasaba su tiempo deambulando libremente. Gustaba pasar largas horas en su torreón contemplando cultivos, y molinos y distinguía las cosechas, tipos de grano e incluso variedades de cepas de vid por las distintas tonalidades de ocres y verdes (V. Kalnein, Juan de Austria en la España de Carlos II, Lérida, Ed. Milenio,2001). En modo alguno hubo nada similar a privación de libertad o exilio. Fue el lugar libremente escogido por D. Juan José y a las labores de Gran Prior y otras se dedicó (Autocita: El que escribe. En Historia de España. Austrias Menores, el declive. Vol. XIII, 2022. In pres, aún no editado).

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