ENCUENTRO CON NUESTROS MAYORES

Eugenio Cruz Cuenca: Muy alcazareño y entusiasta de la investigación ferroviaria

Antonio Leal Jiménez

Unos meses antes del nacimiento de Eugenio, había fallecido en la enfermería de la prisión de Alicante, víctima la tuberculosis, el poeta que de niño fue pastor de cabras y no tuvo acceso más que a estudios muy elementales, Miguel Hernández Gilabert. Tenía 31 años de edad. En el andén las vías Andalucía y Extremadura, en nuestra querida Estación, existe un mosaico, en el que se recuerda las cuatro veces que el poeta pasó por nuestra estación.

Segundo de seis hermanos, hijo y nieto ferroviarios nos dice que "Ferroviario se nace, se vive y muere", es una expresión que comparten los que alguna tuvieron que ver con el tren. Todavía cuando habla del ferrocarril se emociona. Sus primeros pasos fueron en la calle del doctor Mazuecos, conocida entonces como de las “portás”, alguna de cuales “ilustraba” en su etapa de adolescencia con dianas para clavar las flechas de punta hierro.

Sus primeros palotes los dibujó en las Escuelas Ferroviarias y de la mano su hermana mayor, acudía a ella los seis días de la semana, en sesiones de mañana y tarde. La lectura, al principio en las Cartillas y luego el Catón, junto con las cuatro reglas, completó su enseñanza en esta escuela. Su padre, al observar que su hijo valía para estudiar, lo matriculó en la Academia Balmes, a la que acudía con una lata llena de brasas colgada de un alambre, ya que las aulas carecían de calefacción y en invierno hacía mucho frío. Aún conserva el libro de Geografía que estudió en primero de bachillerato, cuyo contenido está configurado en noventa y dos páginas sin una sola ilustración. El aprendizaje memorístico recibido en aquella época le permitió aprobar sus primeras oposiciones a RENFE, donde ingresó con solo diecisiete años.

Cursó estudios en Magisterio de forma autodidacta, al mismo tiempo que acudía a recibir clases de violín con Manolo González. Terminó la carrera de Perito Mercantil y tiene dos cursos de Empresariales. Ha permanecido durante cuarenta años en la RENFE, desempeñando diversas responsabilidades desde donde siempre realizó una contumaz defensa del ferrocarril en Alcázar.

Ha impartido cursos en diversos institutos de Alcázar, Herencia, Tomelloso… Estudioso de la comunicación y expresión verbal basadas en la idea de que, las habilidades de comprensión y lectura se benefician con discusiones explícitas, que le proporcionaron una gran facilidad de expresión, riqueza de vocabulario, exposiciones ordenadas y combatir el “miedo escénico”, que tantas veces en su vida profesional ha experimentado.

Le gusta la caza, el tiro al plato, el tenis, el billar, la guitarra y la bicicleta. Una vez alcanzada la edad de “júbilo”, inició su etapa de investigador y en la actualidad ha publicado dos libros sobre temas del ferrocarril. “Por qué pasó el ferrocarril por Alcázar de San Juan” y “El ferrocarril de Aranjuez a Almansa. Origen de la red ferroviario española”.

Eugenio es un magnífico comunicado que despierta confianza, persona muy responsable que sabe muy bien gestionar las emociones y nunca dejar de aprender. Su faceta como investigador la manifiesta siendo una persona con dosis elevadas de curiosidad, con gran capacidad innovadora, que tiende a realizar todo aquello en lo que se involucra. Entre sus proyectos a corto plazo destacamos el tratar de conseguir que Alcázar tenga un equipo de billar “A tres bandas” para competir a nivel regional.

PREGUNTA: ¿Cómo definirías que una persona es mayor? Como persona que te has investigado sobre el Camino de Santiago ¿Cuáles son las lecciones más importantes que has aprendido en tus indagaciones?

RESPUESTA: El concepto de “mayor” ha cambiado a través de los tiempos y a viejos pocos llegaban porque la esperanza de vida era muy corta. Yo creo que por la medicina, la alimentación y forma de vida podemos considerar a una persona como “mayor” a partir de los 75-80 años, con las naturales excepciones

Soy un entusiasta del Camino de Santiago. He peregrinado el camino francés en su recorrido por España (Roncesvalles-Santiago) y el del norte (Irún-Santiago), experiencia, la de peregrino, tan antigua como el hombre, pero siempre religiosa. El senderismo, turismo y otras formas de tránsito que actualmente lo invaden, solo son ganas de pasar el rato. Mi conclusión es que es un fenómeno religioso, cultural y sociológico sin parangón en el mundo y que mientras exista la fe el Camino estará muy vivo. Es una experiencia inolvidable que recomiendo.

P. ¿A menudo miras hacia atrás y ves todo lo que llevas vivido? Cuando eras más joven ¿Creías en la suerte o más en el esfuerzo para conseguir alguno de tus sueños?

R. Pocas veces he mirado para atrás, aunque no olvido de dónde y de quién vengo. Ahora sí lo hago cuando veo crecer a mis nietos y comparo con mis años de niño. Un verdadero abismo. Recordar puede resultar interesante, pero creo que es más conveniente centrarse en el presente. Miro todos los días hacia adelante deseando tener tiempo para hacer las muchas cosas aún pendientes.

Creo en la suerte. La he tenido y también la he visto en otras personas. Pero dicho esto, tengo que añadir que soy un verdadero forofo de la cultura del esfuerzo, del trabajo y de la constancia para conseguir nuestros objetivos. Me gustaría que se fomentaran estas cualidades desde niños, cuando tendrán que vivir en una sociedad cada vez más competitiva.

P. Si decimos de alguien que posee mucha “experiencia de la vida”, ¿Qué crees que queremos sugerir? ¿Contemplas la vida desde una cierta perspectiva general observando los acontecimientos diarios en su verdadera dimensión, sin menospreciarlos ni exagerar su importancia?

R. Pues estamos corroborando que ha cumplido muchos años y, es muy posible, que la experiencia ya no la necesite.

La vida la contemplo poco. Trato de vivirla de la mejor forma posible. Sí es cierto que con el paso del tiempo somos más benevolentes con acontecimientos que años atrás les dábamos cierta importancia. La edad nos hace relativizar las cosas y aceptar las opiniones de los demás aunque no coincidan con las nuestras.

P. Cuándo te dicen que eres mayor para hacer alguna cosa, ¿Cómo reaccionas? ¿Has sentido que la vida se pasa en un abrir y cerrar de ojos?

R. Muy mal. Pregunto que me digan lo que no puedo hacer. Cierto es que el deterioro físico es progresivo con la edad, pero tampoco a los 50 años puedes hacer lo mismo que a los 30. Todavía no he recibido una contestación convincente.

Sí, siento que la vida pasa muy pronto y más cuando vas cumpliendo los últimos años. Es una sensación que no experimentas cuando eres más joven.

P. ¿Piensas que la vida no comienza ni termina a ninguna edad, sino que el principio es cada mañana cuando despiertas? La persona responsable ¿Debe descubrir por él mismo qué es la vida?

R. Es una verdad incuestionable que la vida comienza al nacer y termina al fallecer. El despertar solo es la continuación de la vida misma, después del punto y aparte a que nos conduce el sueño. Y también es cierto que cada mañana nos da la oportunidad de nuevos proyectos y, en definitiva, de empezar otra vida.

La vida deben descubrirla cuanto antes las personas responsables y las que no lo son tanto. Es importante y una gran ventaja saberlo.

P. ¿Es mejor saber un poco más, que vivir un poco menos? ¿Piensas que vivir sin darse cuenta de lo que uno vive no es vivir, sino que es pasar el tiempo?

R. Tendríamos que ver la ecuación y conocer la situación de cada uno. Yo, por mi parte, aprecio la vida y prefiero vivir más y saber solo lo necesario para recorrer la que me ha tocado.

Respecto de la segunda pregunta distinguiría dos situaciones. Una la de aquellas personas que por su estado irreversible de salud no saben que están en este mundo y llevan una vida vegetal, en cuyo caso diría que no es vivir, tal y como entendemos que debiera ser.

La segunda situación son las que viven en un mundo irreal, de fantasía, con miedos, sin abordar los problemas y, al final, recurren al alcohol y drogas, empeorando aún más su condición. En este caso diría que lamentablemente están malgastando su paso por este mundo.

P. Vivimos en una cultura obsesionada por la juventud que está constantemente tratando de decirnos que ya estamos más o menos caducos. ¿Está la experiencia en la vida devaluada? ¿Crees que la actividad intelectual no está afectada por la edad, sino enriquecida por ello?

R. Los mayores y los jóvenes vivimos en el mismo momento, pero con un gran salto generacional y formas de pensar muy diferentes, además de ciertos prejuicios. Creo que es un error de los jóvenes no aprovechar el conocimiento y experiencia de los mayores, que a estos también vendría bien tener la sensación de ser necesitados. Las instituciones podrían facilitarlo de muchísimas formas.

Sí, creo que la experiencia está muy devaluada y más en el mundo laboral, donde en muchos sectores la experiencia y el conocimiento quedan caducos en poco tiempo.

Pienso que no necesariamente la actividad intelectual pueda verse afectada por la edad, aunque el paso de los años producen un cierto declive.

P. Uno de los motivos de mayor angustia del ser humano es la incertidumbre, el miedo a lo que podría pasar o el desconocimiento de cuál es nuestro papel en el mundo ¿Te preocupa el saber qué tienes que hacer y cómo actuar en cada caso? ¿Existe el destino o lo creamos nosotros con nuestros actos?

R. Nunca he reflexionado profundamente sobre lo que nos puede pasar en este mundo de forma inesperada y, por tanto, no he sentido miedo ni angustia. Respecto a cómo actuar en cada caso, seguramente lo haría siguiendo el instinto y el sentido común.

No creo en la predestinación. Más bien somos las personas las que poco a poco vamos labrando el futuro, aunque muchas veces nuestros actos están condicionados por fuerzas que escapan a nuestro control.

P. Cada persona tiene una serie de ideas abstractas que definen su manera de comportarse y sus ideales. ¿Qué valores personales han guiado tu conducta a lo largo de la vida? ¿Qué significa para ti la libertad y la solidaridad?

R. Destacaría la competitividad. Algo instintivo que desde pequeño he llevado siempre como una segunda piel y sigue conmigo. Acepto a medias aquel mensaje que tanto se difundió por televisión de “lo importante es participar”. Claro que lo es, pero más importante es ganar. Añadiría, sin duda alguna, como valores que siempre me han acompañado el trabajo y el ánimo, herencia de mis padres, no económica, pero de gran valor.

Para mí, libertad es poder tomar decisiones sin condicionantes propios o ajenos. Muchas veces está escondida y difícil de dar con ella.

Pienso que la solidaridad nos aparece a los pocos años, pues la hemos visto en nuestros mayores haciendo cosas por otros sin esperar nada a cambio. A la vista de como está la sociedad actual deberíamos ser más solidarios y podríamos serlo, cada uno con arreglo a sus posibilidades. La ayuda a los demás debería ser una asignatura.

P. ¿Qué tipo de factores hay que tener en cuenta para realizar una comunicación eficaz e impactar en la otra persona para llegar a acuerdos satisfactorios en ambas partes? ¿Qué técnicas recomiendas que pueden permitirnos crear ambientes positivos en nuestra comunicación?

R. Quizás pueda contestar con más solvencia en el ámbito comercial, a los que dediqué mis últimos veinticinco años en el ferrocarril, aunque creo que con ligeras variantes pueden aplicarse en otros campos.

Muy importante escuchar y, todavía más, la confianza que de nosotros perciba la otra persona, que será determinante. Ponernos en el lugar de la otra parte es necesario y, también, tener presente que el acuerdo a que se llegue debe ser favorable para ambas.

P. ¿Las cosas tienen un sentido por sí mismas, o somos los humanos los que damos sentido a lo que percibimos? ¿Es el sentimiento de culpa el eje de la mayoría de las miserias humanas de nuestro tiempo?

R. Yo creo que las cosas están hechas para nuestro uso y disfrute y, por tanto, no tienen sentido por sí mismas, sino que somos las personas las que le damos sentido y utilidad, incluso una misma cosa puede tener aplicaciones diferentes según la persona que haga uso de ellas.

Si entendemos el sentimiento de culpa como la sensación de haber hecho algo malo y las miserias humanas como fruto de injusticias de otros humanos, podemos deducir que alguien debería tener un sentimiento de culpa, pero dudo que se reconozca.

P. Borges, podría haber escrito que la vida de los hombres es, precisamente, como una partida de billar: la bola blanca, los días; la negra, nuestros muchos yerros; los jugadores siempre en pos de una ventura matemática. Eres jugador habitual, y te pregunto si consideras que la forma en la que las bolas se deslizan por el tapete verde ¿tiene, acaso, simbólicamente al menos, algo de reto al destino? Einstein calculó que hay seis millones de tiros posibles en una partida. ¿Jugar al billar crea ilusiones y fantasías?

R. Yo creo que el destino tiene poco que ver en el billar. Las bolas se deslizan por el impacto que reciben y es el jugador el único responsable del buen o mal camino que recorren, aunque en muchas ocasiones la suerte también trabaja. En la cabeza del billarista principiante siempre está la ilusión de hacer todas las carambolas, pero el tiempo le hace bajar algunos escalones y situarlo en el lugar que le corresponde por su habilidad, esfuerzo y constancia. Las fantasías desaparecen pronto pues la realidad es muy tozuda.

P. ¿Cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

R. La pandemia la estoy pasando con bastante tranquilidad y cumpliendo las normas recomendadas por nuestras autoridades sanitarias.

Los billaristas, en nuestra región, hemos tenido la suerte de poder practicarlo, salvo un par de meses. Eso sí, uniendo a las medidas generales de prevención otras complementarias: desinfección de la mesa, marcadores y bolas después de cada partida. Suma de medidas que están dando buenos resultados, sin incidencias.

Mi deseo es que la situación sea lo más parecida a la anterior y, si es posible, mejor.

P. ¿Cuáles son los lugares de Alcázar que le tienes un mayor aprecio?

R. La estación y la plaza. La primera por mi vinculación al ferrocarril durante cuarenta años; allí comencé a trabajar. La segunda por ser un lugar de encuentro de primer orden. En ella se ponían las atracciones de feria y el mercado, antes de construirse el actual edificio. Tampoco faltaban los charlatanes alguna vez. He visto pasar varias remodelaciones, desde cuando estaba el quiosco de la música y creo que la construcción de unos soportales mejoraría su aspecto manchego.

Valoro muy positivamente a nuestro pueblo nada que ver con el Alcázar de mi niñez, donde la actual Avenida de la Constitución y la de Pablo Iglesias ya eran terrenos agrícolas. A partir de la plaza de toros el único edificio era la “caseta de la luz”, para proporcionar alumbrado, ausente muchas noches.
Animo a los jóvenes a disfrutar de los magníficos atractivos que nuestro pueblo nos brinda, tanto de ocio como de cultura y de los que en mi época carecimos.

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