Marginación por edad

MAYORES

Suele llenársenos la boca. Mejor, se les llena. Cada vez se oye hablar más del edadismo. Un término que en la actualidad no está recogido en el diccionario de la RAE y que fue acuñado por el psiquiatra norteamericano Robert Butler en 1968. Conocido como discriminación por edad, es un fenómeno social que consiste en el trato injusto y desigual a las personas basado únicamente en su edad. Aunque esta forma de discriminación puede afectar a personas de todas las edades, generalmente se focaliza en los adultos mayores.

Mariano era un alto ejecutivo de empresa. Llevaba desde los veinte años en la organización. Cuando cumplió 45 años, fue invitado a abandonarla por ser considerado demasiado viejo. La Universidad lo rescató y, al día de hoy, todavía en activo, es un prestigioso catedrático, muy respetado por la comunidad universitaria.

Existen muchos casos de personas, mujeres y hombres, como el reflejado que se encuentran fuera del mercado laboral. Alguien en algún lugar tendrá que darse cuenta de que se necesita recuperar la experiencia y el talento de estas personas y lo mucho que pueden aportar a nuestra economía y a nuestra sociedad.

La población mundial está envejeciendo a pasos agigantados. Según estimaciones de la Organización de Naciones Unidas (ONU), en 2030 el número de personas mayores de 60 años superará globalmente a la juventud. Según fuentes oficiales en España, el año 2030 más de 11 millones serán mayores de 65 años. Somos uno de los países con mayor esperanza de vida de Europa. Los analistas prevén que para 2069 la esperanza de vida de un hombre de 65 años en España sería aproximadamente de 88 años y para las mujeres hasta aproximadamente los 93 años.

Escribía Pérez Galdós en la novela del género realista Miau “Así es el mundo, así es España… el país de los viceversas...” y en su obra de acentuado colorido romántico Marianela “A veces el que tiene más ojos ve menos.” Algo de esto sucede en la visión de los mayores y suele manifestarse de diversas formas en la sociedad: desde la exclusión laboral hasta la falta de acceso a servicios y oportunidades. Una de las muestras más claras es la que sufren muchas personas mayores que quieren trabajar y que tienen la capacidad de hacerlo bien y se enfrentan a dificultades para encontrar empleo debido a la creencia de que son menos productivas o menos capaces que los jóvenes El simple hecho de pasar de una cierta edad es una negativa definitiva a ser contratadas. Incluso, en muchas ocasiones, este hecho les afecta a menores de 60 años.
Igualmente, también se puede presentar en el ámbito de la salud. Muchas veces, los mayores son tratados de manera paternalista, como si fueran incapaces de tomar decisiones informadas sobre su propio bienestar. El sistema de salud tiende a infrautilizar recursos en la atención de las personas mayores y a relegar su participación en las decisiones médicas. Otra forma es la exclusión en el ámbito social y cultural. Los estereotipos negativos asociados a la vejez pueden conducir a sentirse marginados con cierto trato de indiferencia e incluso desprecio.

Por otra parte, la idea de que el ser adulto sea la única etapa de la vida en la que se puede disfrutar y ser productivo, también puede llevar a que las personas mayores se sientan presionadas para ocultar su edad o disminuir su participación en la sociedad. Ello puede dar lugar a un envejecimiento solitario y poco satisfactorio. Es importante reconocer y combatir este fenómeno en todas sus formas. Las personas mayores deben ser tratadas con respeto y dignidad, y se les deben brindar las mismas oportunidades y derechos que al resto de la población.

Además, es fundamental fomentar una imagen positiva del envejecimiento y valorar la experiencia y conocimiento que pueden aportar. La falta de formación en nuevas tecnologías no pueden ser argumentos suficientes para ser valorados con actitudes claramente discriminatorias.

Nuestra sociedad podría recordar y aprender de los antiguos griegos que tenían una gran estima por este importante colectivo y consideraban que su experiencia y sabiduría eran invaluables.

Los griegos creían en la importancia del respeto y la veneración hacia los ancianos. Según su filosofía, la edad avanzada era sinónimo de sabiduría y conocimiento acumulados a lo largo de los años. Se creía que las personas mayores habían adquirido una perspectiva más amplia y profunda de la vida, lo que les permitía tomar decisiones informadas y aconsejar a los más jóvenes. Además, en la antigua Grecia, se consideraba que los ancianos eran los guardianes de la tradición y la cultura. Transmitían los valores y conocimientos adquiridos a las generaciones más jóvenes. Por ello, se les otorgaba un papel fundamental en la educación de los niños y se les consultaba en asuntos políticos y sociales. Los ancianos eran respetados y considerados como consejeros y guías, y su importancia se reflejaba en su participación en la educación y en la toma de decisiones políticas y sociales.

En la actualidad, la percepción de los adultos hacia las personas mayores está experimentando cambios significativos en comparación con generaciones anteriores. Una de las razones principales de este cambio es la influencia de la tecnología y los avances en la medicina. Los jóvenes, especialmente aquellos que han crecido en la era digital, están más familiarizados con la tecnología y las innovaciones del siglo XXI. Esto ha llevado a un aumento en el acceso a la información y a una mayor conectividad, lo que a menudo da lugar a la creencia de que los mayores carecen de conocimientos y habilidades tecnológicas. Además, se suele asociar a los jóvenes con la innovación y la búsqueda constante de nuevas ideas y tendencias, mientras que a los mayores se le atribuye una mentalidad más conservadora y resistente al cambio. Esto puede generar cierta distancia entre ambos grupos y llevar a que a menudo subestimen o minimicen las experiencias y el conocimiento de las personas mayores.

Sin embargo, es importante destacar que esta percepción puede variar según la cultura y el contexto en el que se analice. En algunas sociedades, especialmente en las que se valora y respeta a los ancianos, la percepción puede ser mucho más positiva. De hecho, muchas personas jóvenes valoran y respetan las historias de vida y la acumulada a lo largo de los años. Asimismo, es fundamental recordar que la apreciación está influenciada por muchos factores, como las experiencias personales y la educación recibida.

El edadismo es endémico y se seguirá extendiendo a menos que se adopten las medidas apropiadas, tanto para prevenirlo como para responder ante él, y todos nosotros tenemos un papel que desempeñar para lograrlo. Es importante generar conciencia sobre los prejuicios y estereotipos negativos asociados a la vejez, y fomentar un cambio de actitud hacia una sociedad más inclusiva y cohesionada. Solo así podremos construir una sociedad en la que todas las personas, independientemente de su edad, puedan vivir plenamente y participar activamente.

Cervantes ya nos enseñaba a valorar y respetar a los mayores, tema que, al parecer, está un poco en el olvido: «Aún me maravillo yo, dijo Sancho, de cómo vuestra merced no se subió sobre el vejote y le molió a coces todos los huesos, y le peló las barbas sin dejarle pelos en ellas. —No, Sancho, amigo mío, respondió Don Quijote; no me estaba a mí bien hacer eso, porque estamos todos obligados a tener respeto a los ancianos, aunque no sean caballeros» … (Quijote, par. II; Cap. XXIII.)

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