Tras la 24ª Cumbre UE-China que tuvo lugar el pasado 7 de diciembre de 2023, era el momento de que los Estados miembros movieran ficha a lo largo de 2024 en los distintos asuntos que se trataron (a los que cabe sumar el aumento de aranceles adoptado en julio al sector de los coches eléctricos).
Sin ninguna duda, España debe de adoptar decisiones estratégicas dentro del marco competencial compartido (o cedido) a la Unión Europea con lealtad a la misma. Pero no debemos confundir la cooperación leal con el abandono de sus legítimos intereses dentro de su soberanía. Por eso, la visita del presidente Sánchez ni es desleal a la UE y es necesaria para que España pueda atraer una inversión interesante, controlada y beneficiosa de capital chino. Así mismo, España debe de defender el aumento de sus exportaciones hacia china dentro del conjunto de la UE y situar a sus empresas como oferentes de valor añadido a la tecnología y producción china.
Que Pedro Sánchez haya visitado oficialmente Beijing no debe de leerse como un acto propagandístico del PSOE o del gobierno, sino como una visita oficial para desatascar una situación que, hasta el momento, no es beneficiosa para los intereses del conjunto del país. Ahora bien, de nada sirve dicha visita si se queda en una mera foto de cara a la prensa y no se materializan las acciones concretas en un tiempo prudente. Si algo hemos aprendido en la última década es que China no pierde el tiempo cuando de negocios se trata. Además, si bien es una civilización con sus características propias, en el ámbito de las finanzas y las inversiones saben que no sólo valen los buenos propósitos, sino que se deben de alcanzar resultados (no hay más que ver cómo se van cumpliendo las fases de sus distintas agendas estratégicas a 2030, 2050 e incluso 2100).
El presidente Sánchez ha declarado que “apuesta por una relación con China basada en la apertura: Queremos más comercio e inversiones". Y es un acierto, pero para ello, hay tres cuestiones que España debe de abordar inmediatamente:
1. Sumarse a la Nueva Ruta de la Seda y abordar con otros estados europeos un plan estratégico conjunto dentro de la UE (Portugal, Grecia e Italia, principalmente, tanto por una cuestión geoestratégica como por la importancia del comercio marítimo);
2. La postura de España en las instituciones europeas frente al establecimiento de aranceles al coche eléctrico y buscar alternativas a dichos aranceles; y
3. Consolidar a España como un lugar interesante para que las empresas chinas se establezcan dentro del mercado europeo (tanto a efectos de establecimiento fiscal como de generación de puestos de trabajo).
Sin duda, hay posturas en las que se ve a China como una amenaza, pero España, sin dejar a un lado a nuestros socios naturales (principalmente europeos), no debe de cerrarse a buscar nuevos socios. Quizás calificar un actor tan importante como “rival sistémico” no es la solución a nuestros problemas, y es más realista hablar de “competidor”, pues ya sabemos que en los negocios no hay amigos, sino intereses. Pero nunca está de más recordar que España supo competir y comerciar con China desde 1565 y renovó las actuales relaciones diplomáticas en 1973. Como decimos en España, “que los árboles no nos impidan ver el bosque”. Es momento de actuar, si no, el tren (tanto metafórico como el existente Yiwu-Madrid) pasará, y otros se subirán al mismo.
Javier Porras Belarra
Doctor en Estudios Europeos, Profesor de Derecho Internacional Público y Derecho de la Unión Europea Universidad Nacional de Educación a Distancia - UNED